domingo, julio 02, 2006

Una Carta Nunca Entregada

Que año, mi amor. Cuántas cosas hicimos. Cuántos cambios transitamos juntos, y por separado, pero juntos. Cambiamos de trabajos, de clientes, de compañeros. Vos te mudaste, conmigo, y yo recibí una invitada permanente, y de lujo. Nos acomodamos, en unos cuantos sentidos, pero todavia hay ropa por el piso. Y ahora esperamos más cambios, y más noticias para nuestra aventurita, juntos. Como dijo alguien, lo unico constante es el cambio.

Qué año, que cerramos, y qué año que completamos juntos. No fue nada fácil, pero lo llevamos bien. Con amor, como se llevan bien las cosas. Con onda. Todos sabíamos que no iba a ser fácil, pero nos mandamos igual, de puro lanzados. De puro irresponsables. De puro enamorados. De puro corazón.

Sorteamos muchas dificultades, con mayor o menor facilidad. Otras, seguimos intentando, pero sabemos que podemos porque creemos. Otras, están como están. Hay cosas sin solución. Lo único que se puede intentar es acostumbrarse y llevarlas lo mejor posible.

En el cambio, tuvimos que hacer concesiones. Renunciar a algunas cosas, para ganar en otras. Renunciamos a nuestras libertades, para estar juntos. Renunciamos a nuestros espacios, para compartir un espacio que fuera de los dos. Es lógico. Cuando se ama, el egoísmo se complica.

Pero hay razones del corazón que no tienen lógica. Y es en esas razones donde el egoísmo paga mejor que la entrega.

Será mi tendencia a lo racional, a mi afición a querer explicar y cerrar todo de una manera clara. Será el fin de año, que te obliga a hacer un balance, aunque más no sea porque todo el mundo lo hace.

Mi balance, por muchos motivos, es agridulce. Fue un año intenso, seguramente sino el más intenso, uno de los más intensos de mi vida. Fue dulce, porque me enamoré locamente, completamente, y el amor me fue respondido y correspondido. Porque pude continuar esa historia hermosa, y ser parte de un proyecto de a dos, con la mujer que amo como no amé nunca. Grandes cosas. Todas cosas que me llenaron de ilusión, de expectativas, de sueños, de ganas de vivir, de ver el mañana, de comerme la vida a grandes bocanadas.

Sin embargo, muchas cosas cambiaron y algunas de las concesiones no fueron tan gratas. Donde tenía ilusiones, ahora tengo miedo al futuro. Donde tenía expectativas, ahora tengo frustración. Donde tenía entusiasmo, ahora tengo temor, inseguridad y tristeza. Donde tenía fantasías, ahora tengo preocupación. Donde tenía diversión, ahora tengo rutina. Donde tenía muchos sí, ahora tengo muchos no. Donde tenía todo por ganar y descubrir, ahora tengo todo por perder, renunciar, reprimir y resignar.

Todo esto, como no puede ser de otra forma si me mantengo fiel a mi naturaleza curiosa y analítica, me llena de preguntas. La primera, la urgente, es cómo hago para detener semejante pérdida. Y para eso necesito entender el proceso que provoca la pérdida.

Cuando te digo que quiero ser tu hombre, realmente lo siento. Quiero serlo en cada aspecto que esperás de un hombre, del que te acompañe toda la vida. No quiero que renuncies a nada, que te prives de nada, que te resignes a nada. Quiero que tengas el hombre que te llena, que te cuida, que te apoya, que te escucha, que te alegra, que te apasiona, que te enamora, que te seduce cada día. Y yo quiero ser ese hombre. No me interesan los accesorios, los trámites, las cosas de rutina. Eso forma parte del decorado, pero lo importante es lo otro. Nadie se enamora de alguien que paga las cuentas. Pero sí puede, enamorarse de alguien que “además” paga las cuentas. No me importa si el resto de los habitantes del planeta construye sus relaciones sobre lo rutinario, sobre lo logístico, sobre lo instrumental, sobre lo material. Yo no quiero eso, no es mi estilo, no me refleja ni como persona ni como hombre.

Cuando te digo que quiero que seas mía, también lo siento de verdad. Porque tampoco me quiero resignar, ni conformar, ni privar. Quiero compartir la vida con una mujer que me acompañe y a quien acompañar. No quiero censurar, ni que me censuren. No quiero prohibir, ni que me prohiban. No quiero desaprobar, ni que me desaprueben. No quiero defraudar, ni que me defrauden. Quiero cuidar, respetar, defender, alegrar y saciar, y que me cuiden, me respeten, me defiendan, me alegren y me sacien. Quiero amar, y que me amen. Quiero compartir, y que compartan conmigo. Quiero crecer gracias al otro, y ayudarlo a crecer. Quiero entregarme y recibir, a cambio, entrega.

Y aquí es donde empieza mi gran preocupación, porque siento que no sos mía, y peor, que no lo vas a ser nunca, y todavía peor, que pudiste serlo, que estuviste cerca, y que de alguna manera me perdí, o dejé pasar, la oportunidad. Que tu entrega no la tengo, y no la voy a tener jamás, como vos sabés entregarte, y como te entregaste a otras personas antes.

Y vos me podés decir que yo no debería comparar, y tal vez no debería. Yo no intento compararme, sino conocerte a vos. Para mi desgracia, sé más de lo que debería saber, pero menos de lo que me sirve. Me decís que las personas son distintas, que las relaciones con personas distintas son distintas, que no tenés obligación de repetir cosas que hiciste antes solamente porque las hiciste antes, y que tampoco tenés obligación de darme a mí cosas solamente porque alguna vez se las diste a alguien más. Toda esta frase me asusta, me asusta mucho, por más cierta o acertada que pueda ser, porque yo sí la oí, calcada, exacta casi palabra por palabra, antes en mi vida, en una relación distinta con una persona distinta, y sé que terminó, y cómo terminó, con mucha tristeza para todos.

También me decís que sentís que estás pagando platos rotos de cosas que pasaron antes en mi vida, y mi sensación no es distinta a eso. Creo que si sentiste que te usaron y te abandonaron, o te defraudaron, vos estás tomando recaudos conmigo para que no te pase de nuevo. Pero justamente, yo soy distinto, y no te quiero ni abandonar, ni defraudar, e intento demostrártelo cada día.

Vos decís que me amás, eso es cierto. Me lo decís siempre, y lo demostrás, pero entre las demostraciones de cariño y de amor hay una línea muy tenue, que es muy difícil distinguir. Yo creo que el amor se ve en la entrega, y yo, de nuevo, siento que tu entrega no la tengo. Y fuera de la frase, corta, rápida y fácil, hay señales de que pasa otra cosa.

Siento que hay lugares tuyos que son ciertos, que existen, que no son para mí. Tu lujuria, tu fantasía, tu imaginación, tu locura, no las tengo, pero están ahí. Estuvieron ahí, listas para otras personas a las que “quisiste mucho” pero de las que no estabas enamorada. Para mí, que quiero acompañarte todos los dias, toda la vida, a quien según vos amás, no están. No me las gané, no las merezco, no te las inspiro, no te las provoco, no sé, pero no son para mí. Para mí es tu otra parte, tu parte seria, responsable, que hace planes de vida. Para mí es tu parte pensante y racional, pero tu espontaneidad no. Para mí es tu parte paciente, pero tu desesperación no. Para mí es tu parte medida y cautelosa, pero tu audacia no. Para mí es tu parte organizada, pero tu pasión no. Para mí es tu madurez, pero tu curiosidad no.

Conmigo, siempre podés esperar a llegar a casa, porque vamos a tener tiempo.

Conmigo, podés distraerte cuando estamos juntos, porque hay tiempo.

Conmigo, podés estar cansada cuando tenemos tiempo para estar juntos, porque tiempo es lo que nos sobra.

Conmigo, no necesitás disfrutar y aprovechar el momento, ni arriesgarte a nada inusual, porque vamos a tener muchas oportunidades, más adelante.

Te ibas a sacar la bombacha, debajo de la pollera, pero no lo hiciste.

Te ibas a poner el conjunto con portaligas, pero no lo hiciste.

Lo ibas a hacer en el bosque, y en la escalera, pero no lo hiciste.

Te ibas a poner un vestido, sin corpiño debajo, pero no lo hiciste.

Ibas a usar las estrellitas, que ya cumplen dos meses, pero no lo hiciste.

A mí no me interesa vivir en el futuro, ni esperando cosas que no llegan. Yo te tengo hoy. Te quiero hoy. No necesito esperar a mañana, o al año que viene, o al verano próximo. Si tengo la oportunidad hoy, no quiero esperar a ver si la oportunidad vuelve o no, la quiero aprovechar. Quiero vivir al máximo. Me hace mal pensar que estoy esperando en vano, que estoy perdiendo tiempo, oportunidades.

Conmigo, querés terminar rápido. Conmigo, no querés nunca repetir. Conmigo, no te salís de lo seguro, de lo conocido, del libreto. Conmigo, no regalás nada. Conmigo, no te animás a nada. Conmigo, no aceptás propuestas, te ofendés y ponés caras feas, de fastidio. Realmente me causa muchísima curiosidad, quisiera saber si es la misma cara que pusiste cuando te pidieron la cola. Y cuando la misma persona te la volvió a pedir? No era insistente? No le pediste ni tiempo, ni paciencia, ni lo dejaste para más adelante. No le reprochaste que estaba siempre pensando en eso. No le preguntaste qué más iba a querer después. No lo hiciste sentir mal, ni egoísta porque no pensaba en si a vos te gustaba o no. Si, ya sé que era una persona distinta. Dos personas distintas. De las que no estabas enamorada.

Cuando te propusieron el parque, no les pediste tiempo, no pensaste que era fuera de lugar, inapropiado, zarpado, o sí? No lo postergaste un par de horas, hasta llegar a casa. No te preocupó que fuera un lugar público, y que fuera a la luz del día. Porque esa parte la sé. Cuánta insistencia les costó? Cómo fue? Estabas tensa, nerviosa, distraída, accediste de mala gana, como a veces conmigo?. En ese parque, no había hormigas, mosquitos, abejas?. No podía venir alguien?. Si, ya sé que era una persona distinta, de la que no estabas enamorada.

Cuando los dejaste acabarte en la boca, y tragaste, les pusiste cara de asco? Te enojaste? Si, ya sé que era una, o más, personas distintas. Vos sabías que en el podrido imaginario masculino, tragarse el semen es la máxima demostración de amor y entrega que una mujer le puede dar a un hombre? Fue pensando en eso que lo hiciste o no lo sabías?

Cuando te echaron helado en la piel, protestaste porque estaba frío? Era helado, debe haber estado frío. O disfrutaste el momento y te dejaste llevar? Te preocupaste de si caía en la sábana, o en la alfombra?. Sí, ya sé, era una persona distinta, y no estabas enamorada, pero en otro momento me dijiste que sí estabas. Cuál es cierta? La de ahora o la de antes? Antes pensabas que habías estado enamorada, pero ahora que me conociste te diste cuenta de qué es realmente estar enamorada?

Los recuerdos que tenés ahora, con personas de tu pasado, los tendrías conmigo si lo nuestro se terminara?

El cariño que tenés ahora, por personas de tu pasado, lo tendrías hacia mí si lo nuestro se terminara?

Lo que te aportaron, lo que te enseñaron, personas de tu pasado, hay algo comparable que yo te haya aportado o enseñado?

Alguna de estas personas, de tu pasado, te acompañó, te esperó, te apoyó, te ayudó, te tuvo paciencia, te comprendió, pasó tiempo con vos, compartió de su vida más que yo?

No me entiendas mal, yo no te juzgo por tu pasado. A mí me encanta que tengas un pasado, y que sepas hacer todo eso. Me encanta que lo hayas hecho y lo hayas disfrutado. Me halaga que me hayas elegido por encima de todo tu pasado, intenso y numeroso. Cuanto más intenso y más numeroso, más me halaga. Cuanto más enamorada hayas estado, más me halaga. Yo estuve enamorado, y sé que te elijo porque de vos estoy más enamorado de lo que nunca en la vida estuve.

Mi problema, es que yo te elegí, en gran parte, por tu liberalidad. Por tu intensidad. Por tu “espíritu sexual activo”, como me dijiste una vez. Y todo eso, no lo tengo. Qué pasó con “preparate”? Qué pasó con “yo te voy a ayudar con eso”?. Qué pasó con “conmigo podés degenerarte todo lo que quieras”? Qué pasó con “el sexo es el 60% de la pareja”? Ahora, me decís que “coger bien no aporta casi nada a tu autoestima” y que “tenés mucho en la cabeza para vivir pensando en coger”. Cuántas Juanas hay? Dónde está la que yo conocí?

Yo sé que hay cosas que no se piden. No hay por qués o para qués para todo en la vida. Hay cosas que se hacen si se sienten, si nacen, si te salen, si te las causan, sin buscar un para qué, y yo siento que no te causo casi nada.

A medida que pasa el tiempo, conmigo tenés cada vez más restricciones, más pudor. Cada vez hay menos lugares donde te puedo tocar. Cada vez hay menos sitios donde te puedo provocar. Cada vez es más difícil que te pongas en el momento y no me evadas. Cada vez hay menos cosas que me dejás hacerte. Cada vez me hacés menos cosas. Cada vez sos más pensada, planeada, y menos espontánea. Cada vez te calentás menos, y por más que digas lo que digas, tu cuerpo no miente. Cada vez me esquivás más los besos, las caricias, y te resguardás de que te toque. Cada vez te molesta más que te busque. Cada vez estamos más en lo mismo, y cada vez se cierra más el corral. Nuestro abanico de posibilidades no se amplía, se contrae. Nuestra intimidad, se acota. Nuestra confianza, se contamina de culpa, miedo y resentimiento. Nuestra complicidad, desaparece. Y mientras pasa todo esto, vos apuntás que el que no se relaja soy yo.

Siento que todo lo que hago es para preservar un espacio con vos, y apenas, no para que ese espacio crezca. Me siento agotado, y como hombre me siento insuficiente, mediocre, ordinario. Tengo miedo de estar decepcionandote, o de decepcionarte en el corto plazo. Y creo que no debería ser así. Creo que todo debería ser natural, y que los dos deberíamos poder ser nosotros mismos, y me veo sosteniendo una imagen mía que no es, que se cae a pedazos. Me siento culpable y no creo que debiera, me siento egoísta y no creo que debiera, y me siento responsable y no creo que debiera.

Creo que gano cosas, sí, pero también creo que pierdo otras tanto o más importantes para mí.

Gano una esposa, cariñosa, ordenada y dedicada, pero pierdo una amante intensa, juguetona y osada.

Gano una madre para mis hijos, responsable, cuidadosa y sensata, pero pierdo una compañera de juegos, traviesa y aventurera.

Gano una amiga, confidente, presente, cálida y con criterio, pero pierdo una mujer completa, hermosa y sensual.

Y todo esto, teniéndolo ahí, al alcance de la mano, y siento que lo pierdo, que lo dejé pasar, que se me escapa y puedo hacer poco o nada por evitarlo.

Y siento, que creí haber encontrado la persona indicada para vivir momentos que me faltan en la vida, para expresar mis sentimientos en una forma nueva y libre, para hacer cosas que quería hacer antes de morirme, con la que construir una historia maravillosa hasta el final de mis días, para sentirme un hombre y varón completo, y que ahora sé que esas cosas nunca van a llegar y nunca van a pasar. Y que no es una cuestión de tiempo, sino que el tiempo juega en contra.

Esta carta no es sobre sexo, mi amor. Tu sexo, lo tengo, y me fascina, me apasiona, me descontrola. Nunca tuve tanto como con vos, ni sumando a todas mis mujeres juntas. Es sobre nosotros, como pareja. Es sobre intimidad, complicidad. Sobre vos y yo y nuestros recuerdos para el futuro, cuando estemos acostando a Eva en un lugar que sea nuestro pequeño mundo, y nos miremos a los ojos sintiendo y sabiendo cuánto hicimos juntos, de lo grande y de lo chiquito. Cuánto nos conocemos el uno al otro. Es sobre crecer juntos, y envejecer juntos, habiendo vivido una vida plena, llena, completa, divertida y emocionante gracias a estar juntos, gracias al otro. Es sobre ser aceptados y amados hasta que la muerte nos separe, frase cursi si las hay. Es sobre ser nosotros mismos sin restricciones, sin prejuicios, sin inhibiciones, sin frustraciones, sin miedos, sin reservas, de frente, auténticos, seguros y desnudos, y estar cómodos y felices así, como creo que debería ser.




Yo te amo con todo el corazón, con toda el alma y con todo el cuerpo. Espero que lo puedas entender, en toda la dimensión de la frase, porque no sé expresarla de otra forma.





Krestian

Diciembre de 2005

No hay comentarios.: