lunes, octubre 30, 2006

Cuánto?

Durante cuánto tiempo una persona puede sorprender?

Cuánto tiempo va a pasar hasta que la ropa que te parecía elegante empiece a parecerte repetida?

Cuánto tiempo, hasta que al invitarte al cine o a cenar pienses que otra vez te llevo al cine o a cenar?

Cuánto, hasta que creas que se me acabaron los trucos entre las sábanas?

Cuánto, hasta que mi conversación pase de interesante a intrascendente?

Cuánto, hasta que después de 1000 palabras acertadas, una única ocurrencia poco feliz te desilusione?

Cuánto, hasta el día que me veas barbudo, o con el pelo largo, o cansado, o arrugado, o enfermo, y el azul te empiece a resultar stone-washed?

Cuánto, hasta que mis ojos, mi voz, sean lo mismo de todos los días y dejen de llamarte la atención?

Cuánto, hasta que mis caricias te parezcan algo áspero y gastado?

Cuánto, hasta que la magia se termine, y el telón caiga, mostrándote claramente que soy un hombre común, un hombre más, y no Bond, James Bond?

Cuanto tiempo va a pasar hasta que te aburras de mí? Una, dos, nueve y media semanas?

Cuándo, será el momento en el que lo único que pueda intentar por vos sea mudar de piel, cambiar el papel, cantar otra canción, contar una mentira diferente, para que sigas creyéndola?

Durante cuánto tiempo más?

Hasta que, finalmente, no pueda hacer otra cosa que darte las gracias por los momentos y los recuerdos, un beso, una rosa, y despedirme...

viernes, octubre 20, 2006

Reglas de seducción

Hay tres lugares a los que sé cuándo entro, pero no cuándo salgo:

- Jugueterías,
- disquerías (con sus respectivos sectores de audio y video), y
- librerías.

Y de todas he terminado llevando más cosas de las que mi tiempo me permitió disfrutar.

Buscaba un libro sobre masajes, tratando de aportarle alguna base técnica a mi muy amateur approach al tema, y se dio que los libros de masajes estaban mezclados con los de “autoayuda erótica”. Por supuesto, mi curiosidad se tentó con varios de los títulos... desde el Kamasutra occidental con ilustraciones, pasando por el tantra y reflexología sexual, hasta una pléyade de misceláneos asociados a la sexualidad. Pero no pude evitar ver con asombro un tanto divertido uno de los libros.

Era un libro delgado, pequeño, con una tapa roja cuyo título rezaba: Cómo seducir a una mujer. Me causó bastante gracia, inmediatamente pensé en el tipo de libros de “Cómo hacerse rápidamente millonario”, que siempre supuse que deben tener una sola página impresa con una única oración: “Escriba y publique un libro con un título como el de éste”. Si uno supiera cómo hacerse rápidamente millonario, qué motivación podría tener para contárselo a todo el mundo? Lo mismo con la seducción.

Bueno, finalmente decidí que mi curiosidad valía más que los 14 pesos que costaba el libro, y lo compré, decidido a divertirme a lo grande descalificando todo lo que leyera.

No me divertí nada. Me sentí como Neo, en la escena en la que Cypher le dice “Yo sé lo que estás pensando. Es lo mismo que yo pienso cada día de mi vida. Por qué, por qué, no me tomé la pastilla azul?”. La ignorancia, más veces que no, es una bendición.

La sensación era conocida: ya me había pasado antes, con otro libro, “Qué haría Maquiavelo?”. Una descarga de cinismo a la que uno no puede encontrar fundamento para rebatir, ni para descalificar; una sobredosis de verdad, con un importante costo no reembolsable en la inocencia.

El libro, para hacerle justicia, cumple con lo que promete. Abunda en detalles sobre técnicas referidas a la seducción, desde lo logístico y obvio (bañarse, tener el auto limpio, etc.) hasta lo profundo y avanzado, y aquí es donde la sopa se espesa. Porque lo avanzado dicta pauta sobre pauta sobre el ejercicio más eficiente de ingeniería inversa sobre la psiquis de la potencial víctima, y pone en evidencia el costado más frío, calculador, mezquino, mecánico y desleal del tema. El libro tiene un enfoque determinístico; el éxito está casi asegurado por un pilar de técnicas. En ningún lado menciona sentimientos, ni deseo, ni piel, ni tampoco va más allá de la realización de una noche de levante. Para la consecución del logro, asesora sobre temas que van desde la vestimenta, las mejores formas de establecer el primer contacto, la etiqueta más efectiva para llevar la conversación posterior, la administración del dinero destinado a la empresa, y la lectura de las fases de disposición de la dama a través de sus señales, hasta técnicas para detectar y posteriormente manipular los deseos de ella, en las que el objetivo final es lograr posicionarse en una imagen mental – en ella - de proveedor de lo deseado por ella.

Y aquí es donde empieza la magia negra en todo su esplendor: porque, segun el autor, el secreto para mantener el interés de una mujer consiste en prometer la satisfacción de sus deseos, sin concretar esta satisfacción. Lo importante es la fantasía de satisfacción, para perpetuar la cual es necesario mantener el vacío que genera el deseo. En otras palabras: con la panza llena, se acaba el hambre, así que panza llena es una condición a evitar.

Del nudo del libro en adelante, me venían muchos casos conocidos a la mente. Efectivamente, es muy común que las mujeres se quejen de la permanente promesa masculina que no se cumple; lo curioso es que estos prometedores logran el objetivo, mientras que los aciertos de los tipos que van con la autenticidad por delante son mucho menores en número. No podía negar lo que leía, pero tampoco podía dejar de leer, y mi desencanto iba en aumento.

Particularmente, me venía a la mente un caso muy conocido por mí: el emblemático caso del chef. El chef debe haber tenido acceso temprano (muy temprano, dos años antes que yo) al libro, o bien lo debe haber escrito él mismo, bajo un seudónimo, porque lo cumple de cabo a fucking rabo, y más de tres años después le sigue dando resultados.

Pero lo realmente triste, la verdadera cuestión de fondo, es que la gente siga tomando la pastilla equivocada, esa que se ve apetitosa por la mera circunstancia de no tenerla.

martes, octubre 17, 2006

Lo Difícil

Lo dificil no es enamorarse, lo dificil es enamorarse mutuamente.

Lo difícil no es tener sexo. Tener sexo es fácil. Lo difícil es estar con alguien, en cuerpo y alma.

Lo difícil no es hablar. Ni siquiera conversar, es difícil. Decir cosas es fácil, lo difícil es entenderse con un gesto, con una mirada.

Lo difícil no es convivir. Lo difícil es conocerse.

Lo difícil no es pedir. Lo difícil es saber qué quiere o necesita el otro, y estar listo a dárselo. Lo difícil es cruzar la línea a veces, y enseñarle al otro algo nuevo sobre sí mismo.

Yo puedo pedirte que estés a mi lado, pero no puedo pedirte que me ames.

Puedo pedirte que abras tus piernas, pero tu alma la tenés que abrir vos sola.

Puedo pedirte que me abraces, pero no que quieras abrazarme.

Puedo pedirte que me esperes, pero no que me extrañes.

Puedo pedirte que me beses, pero no que mi beso te dé cosquillas.

Puedo pedirte que pases conmigo el resto de mi vida, pero no puedo pedirte que te interese saber quién soy.

Puedo pedirte que me acompañes, pero no que crezcas conmigo.

Puedo pedirte que me hables, pero no que me digas lo que te pasa o lo que sentís.

Puedo pedirte que juegues conmigo, pero no puedo pedirte que tengas ganas de jugar.

No puedo, finalmente, pedirte que te enamores de mí.

miércoles, octubre 11, 2006

Caso de estudio II: El huevo y la gallina

Claudia y Pedro son una pareja como muchas otras. No solamente por su edad, comparable a la mía, sino que representan un modelo repetido por miles y de los que todos conocemos por lo menos una.

Una pareja, podríamos decir, aburrida.

Ella está cansada de la monotonía. Sabe que quiere salir, pero no sabe de dónde, ni cómo, ni hacia dónde. Él, se siente solo, cansado de que su mujer lo rechace y no lo tenga en cuenta.

Estos son los castigos, que corresponden a los pequeños crímenes que cada uno de ellos comete todos los días, desde hace un tiempo indeterminado, pero en todo caso abundante. Ella lo ignora. Él la descuida, porque ella lo ignora. Ella lo ignora más. Y ya tenemos servido el loop para el desastre.

Recientemente, tuvieron novedades en su relación, finalmente las cosas se sacudieron. Él tiene indicios, tenues pero indicios al fin, de que ella le es infiel. Y una vez sembrada la duda, es difícil extirparla.

Yo no puedo evitar ver en este modelo, igual que en el de Débora y Gabriel, y el mío propio con Pilar, un patrón a esquivar a toda costa, que tiene que ver con el establecimiento de la rutina, la comodidad, la seguridad y la planificación a largo plazo. Porque, encuestados por separado, todos ven la foto de hoy, y olvidan que al hoy se llegó construyendo el ayer. Nadie fue el primero en dar por sentado, por cosa segura, al otro: ellas no fueron las primeras en olvidarse que tenían al lado a un hombre, y ellos no fueron los primeros en olvidarse que tenían al lado a una mujer.

Entonces, qué es primero: la apatía o el abandono? Primero es la rutina o la pérdida de interés? Primero es el resentimiento o el fin del amor?

Hay quienes, en un supremo ejercicio de ¿resignación? ¿costumbre? ¿comodidad? ¿vocación de sufrimiento? ¿integridad?, perduran en estas relaciones por los siglos de los siglos. Y hay quienes, también, las mantienen, pero sin dejar de buscar en otro lado el impulso que, ahora sí, los mantiene realmente vivos.

Podrá ser que el amor de pareja sea más inviable de lo que nos dieron a pensar cuando nos educaron? O que, en realidad, los conceptos de amor y pareja sean más incompatibles?

En mi caso actual con Juana, yo sé dónde empezó este loop, y también sé que no puedo pararlo yo solo, por más que lo intenté y lo intento.

Lo que sigo sin saber, es si ese principio es el huevo, o la gallina.

jueves, octubre 05, 2006

SMS

1.

Cuando salió del trabajo ya era de noche. Una noche fría y lluviosa, la noche de un día triste, melancólico.

Su cabeza estaba llena de preguntas sin respuestas, de desorden; le daba muchas vueltas la conversación que había tenido con una amiga. Pensaba en la crueldad y la injusticia de la vida, haciendo al mismo tiempo un esfuerzo por no concentrarse en eso y tratar de encontrar un enfoque positivo y con propósito.

Llegó a su lugar. El lugar que había elegido para momentos como ese, un remanso perfectamente solitario, desde el que alguna vez le envió un mensaje en el que le decía cuánto le gustaría hacerle el amor en ese sitio exacto.

Se sentó. Se paró. Caminó un poco y se volvió a sentar. Fumó, y pensó, y fumó, y pensó, y lloró. Lloró como todo un hombre. En soledad.


Te adoro te amo te deseo quiero que seas feliz quiero para vos la mejor vida que una mujer pueda tener quiero que tus sueños se hagan realidad te llevo en mi piel en mi alma en mi pensamiento me tocaste como nunca nadie me tocó.
Sos la mujer de la vida de alguien.
Sos la mujer de mi vida.
Sabelo. Es tuyo para siempre.

Su dedo jugó. Una vez, dos, tres. Sí, no. Borrar. Un instante muy largo.

Opciones. Enviar.

Un nudo en la garganta. Una duda muy sádica.

Clic.

Encendió un último cigarrillo, mirando la lluvia sobre el parque y las ventanas iluminadas de las torres, preguntándose cuántas historias podrían contar.


2.

- Hola.
- Hola. Cómo estás?
- Bien –, mintió con la voz, pero no con la expresión.

Un beso, con el mismo sabor de muchos de los besos recientes. Un sabor a beso de despedida.

- Cómo te fue?
- Bien, normal.
- Tenés hambre?
- Algo.


3.

- recibiste un mensaje?
- No...
- Segura?
- No.. a ver? -. Él continuó revisando su correo.
- Ah sí... no lo había oído.

La miró un instante. Ella dejó el teléfono sobre la mesada, y volvió a lo que estaba haciendo.

- Qué lindo mensaje –, dijo. – Hablé con mi mamá hoy... –. Él no pudo recordar el resto.


4.

- Ya tengo algunas cosas.
- Qué?
- Ya tengo varias de esas cosas... las que dice el mensaje.
- Me alegro mucho.
- Te va milanesa de pollo?
- ...
- ...
- Sí. Milanesa de pollo está bien.