viernes, julio 28, 2006

El único defecto del Universo (de "Otras escalofriantes teorías", parte II)

En el positivismo extremo se suele considerar que el Universo es un sistema cerrado y perfectamente ordenado, y que conceptos como el azar o el caos son solamente "excusas" humanas ante su incapacidad por entender o explicar toda la complejísima mecánica del mismo. Pero tal vez, y finalmente, logre anotar mi nombre en la historia con mi descubrimiento: el Universo tiene una, sí, al menos una, única falla.

El único defecto en la trama - de otra forma perfecta - del Universo, es el pene.

Cómo llegué a semejante postulado? Bueno, como los positivistas, parado en evidencia empírica. Como pasa con muchos descubrimientos, la evidencia se va acumulando a lo largo de un tiempo habitualmente prolongado, en la forma de una sospecha, hasta que esta sospecha se comprueba cuando Dios tiene a bien proporcionarnos la última pieza del rompecabezas, la que finalmente sirve para verificar la teoría en un todo.

Leía el periódico furtivamente por encima del hombro de otro pasajero. Mucho más de lo mismo de siempre, salvo por un titular que me llamó la atención:

DISFUNCIÓN ERÉCTIL: PROBARÍAN NUEVAS ALTERNATIVAS DE TRATAMIENTO.

Y ya que están, pensé, también podrían buscar alguna "nueva alternativa de tratamiento" para los que tenemos "función eréctil", porque si no se para está mal, pero si se para mucho, también. Tal vez sea por eso que 2000+ años de civilización nos han provisto - entre otras bondades - de métodos para aumentar los pechos, para reducir los pechos, colágeno para los labios, lipoaspiración, lipoescultura, botox para las arrugas... pero NADA para el pene. Porque finalmente, si es grande, está mal, y si es chico, está mal, así que sin importar el tamaño, con que tengas uno estás igual de jodido. O sea, si sos hombre. Está mal acabar pronto, pero cuando uno maneja bien la duración, le piden que acabe, así que también está mal. Los hombres somos criaturas condenadas por propia naturaleza a ser perpetuamente inadecuados.

Yo fumaba. Hasta que me di cuenta de lo mucho que me restaba el cigarrillo, así que lo dejé. Estuve un año sin fumar, hasta que me di cuenta de lo demasiado que me aportaba no fumar, así que volví a fumar. Entre los miles de efectos secundarios que tiene el cigarrillo, hay dos que me resultan muy importantes: resta aire y energía, y es un potente moderador de la líbido. No me quiero imaginar qué haría con un suplemento extra de energía y de líbido, si así como estoy ambas resultan demasiadas.

El pene es un problema. Pero no es solamente un problema de los hombres, que de por sí somos portadores, involuntarios e irremediablemente pasibles a lo que nos tocó como equipamiento de fábrica, sin opción a cambio o modificación, condicionados a arrastrarlo a todas partes por la vida, y ser también arrastrados por sus impulsos y sus caprichos, ya que tiene su propia agenda. También es un problema para las mujeres, que si lo tienen (disponible, eso) le huyen y si no lo tienen lo añoran. Seamos honestos: a nosotros no nos gusta el pene, y a ellas tampoco. En síntesis, el pene es un problema de todos. Es una desgracia de proporciones globales.

En un Universo sin pene, todos los hombres (y tal vez las mujeres) seríamos iguales. No habría guerras, ni competencia, ni otras exhibiciones o acaparamientos de poder, que finalmente son un intento por demostrar virilidad. Sin acumulación de poder, no habría riquezas, así que no habría hambre, ni industrialización, ni contaminación; seríamos todos uno con nosotros mismos y con la naturaleza. No existirían los celos ni las envidias, y el amor sería el sentimiento puro y espiritual con el que tantas veces intentamos identificarlo como veces fracasamos en el intento. No habría pornografía, prostitución, ni ninguna otra clase de explotación sexual. No habría hombres violentos con sus parejas y no habría mujeres maltratadas. No habría violaciones. La mujer no sería considerada a través de los siglos y de las culturas como un objeto, como un trofeo que hay que obtener en la vida. La homosexualidad no sería un estigma, ya que - supongo - todos seríamos homosexuales. Si seguimos desarrollando, llegaremos tarde o temprano a la lista completa de todos los vicios y males del mundo. Ya sea directa o indirectamente, como consecuencias de males mayores, la culpa de todo la tiene el pene.

Ahora me voy a sentar a divertirme viendo cómo el mundo entero se revoluciona a la luz de este fabuloso descubrimiento. Mientras estoy en eso, me voy a servir un par de whiskies con el mismo hielo que esta semana destruyó el parabrisas y la chapa de mi auto, y así me pienso quedar hasta que me otorguen el Nobel, y una vez que esos 50K Euros estén en mi bolsillo, voy a salir a gastarlos.

Adivinen en qué.

martes, julio 25, 2006

El tobogán de Capricornio

Durante mucho tiempo no creí en nada de lo relacionado con la astrología. Pero claro, esto duró hasta que me dí cuenta de que no creía porque soy de Capricornio.

A medida que viví y conocí gente, empecé a encontrar similitudes entre estas personas. Oh casualidad, las personas que se parecían en ciertos aspectos, pertenecían casi siempre a los mismos signos del zodíaco, y además estas características estaban expresadas y tabuladas en los perfiles astrológicos que se encuentran en el horóscopo de cualquier diario o revista. También, por supuesto, encontré muchas excepciones, con lo cual no me he formado un culto de esto ni mucho menos, sino que lo tengo más bien como un lineamiento general. Relativamente escéptico, como buen capricorniano.

Sobre Capricornio, en particular, sé bastante. Más específicamente, sobre hombres de Capricornio. Aparte del raro privilegio de pertenecer a la estirpe, varios de mis mejores amigos también son varones del signo y de nuevo, oh casualidad, nos parecemos mucho en ciertos rasgos sobresalientes. Muchas veces me he alarmado de verme a mí mismo reflejado en sus actitudes, en sus gustos y hasta en sus escabrosos e inquietantes razonamientos. Las principales cualidades del signo, por lo que he visto y posteriormente leído y - digamos - confirmado, serían, groseramente:

- Cerebrales. Analíticos. Escépticos. Hiperrealistas e hiperracionales.
- Idealistas. Detallistas. Perfeccionistas. A veces obsesivos o maniáticos. Afectos a la precisión y la exactitud.
- Perseverantes.
- Exigentes, con los demás y consigo mismos. Difíciles de satisfacer, y fáciles de aburrir.
- Ambiciosos.
- Posesivos.

Pero como en la naturaleza todo es una red, en lo que todo está relacionado con algo más y todo es causa y a su vez consecuencia de otra cosa, hay características secundarias tan lógicas como que los perros grandes tengan problemas de cadera.

El varón de Capricornio suele pasar por antisocial, solitario o antipático, o cualquier combinación de las anteriores, y si uno revisa la lista no es difícil imaginarse por qué. La personalidad que emerge de la conjunción de los elementos de la lista casi necesariamente será conflictiva, y probablemente hasta contradictoria.

Alguien idealista y perfeccionista no se lleva bien con un mundo que es un tránsito por soluciones de compromiso, parcialmente satisfactorias. Alguien ambicioso y perseverante puede tender a la desilusión fácil cuando queda enfrentado con las dificultades de la práctica por lograr sus objetivos. La repetición de la frustración de realizar su naturaleza a pesar de su perseverancia lo pueden volver amargado, inestable, reactivo - la postura defensiva es característica -, resentido o depresivo. Las habilidades sociales no son su fuerte. En las relaciones con el otro sexo - femenino en este caso - las cosas no son mejores.

Alguien con un sentido de la vida tan práctico y lógico no ejecuta bien el trabajo de seducción. La defensa de la verdad y la justicia son armas contraproducentes en un campo donde lo importante es estimular la fantasía del otro, y donde para esto es más útil la verdad a medias o la mentira piadosa directamente. La combinación de exigencia y posesividad es lisa y llanamente mala en una relación de pareja conformada y en la convivencia. La facilidad de aburrimiento atenta contra la estabilidad de pareja.

Yo tengo por ejemplo algunas manías con respecto a la gestión del tiempo. Es muy frecuente que haga cosas de forma distinta o incluso inversa a la mayoría de la gente con el sólo fin de ganar tiempo; por ejemplo, llamar el ascensor antes de ir a buscar mis cosas porque sé que el ascensor va a tardar lo suficiente, y así ganar unos segundos. En general, la gente se me queda mirando cuando hago cosas así; algunos se atreven a preguntar, pero lo que es seguro es que nadie se queda impresionado o seducido por la larga e hiperlógica explicación de la actitud.

A la luz de todo esto, tampoco es demasiado misterio el por qué de dos declaraciones que aparecen en todos los perfiles astrológicos aplicados a la pareja. La primera, dice que Capricornio es el signo que más solteros produce en todo el zodíaco, y la segunda es incluso peor. Si uno revisa signo por signo, todos tienen algun otro signo que representa a su pareja ideal. Adivinen de cuál(es) signo(s), Capricornio es su mayor objeto de deseo.

Correcto, de ninguno. Todos desean a alguien, y este alguien nunca es Capricornio. El que está más cerca del par es... Capricornio.

Pero para agregar el último hueso al caldo - y además hacer mi aporte, porque hasta ahora no dije nada que no se sepa -, hay algo más que descubrí yo solito y que esto sí, no figura en los perfiles astrológicos. En su lógica obsesiva, para Capricornio 2+2 siempre es 4. Y 1000 es 1000, pero siguiendo el mismo razonamiento, también puede ser 998+2. Qué tiene que ver? Que es muy propenso a caer en la falsa ilusión de que sólo con su amor es suficiente para sostener a la pareja. Para lograr esto en la práctica, la entrega a la que está dispuesto el capricorniano no conoce límites. Es capaz de entregarte todo su tiempo y sus recursos. Es capaz de entregarte sus huesos si fuera necesario. Está listo a llenarte de regalos y de elogios cada día. Es, probablemente, el único varón del zodíaco dispuesto a entregarte incluso a sus amigos, a perderlos para asegurar la pareja. El razonamiento es que si ama como nadie más sería capaz, no hay manera de que no lo amen aunque sea un poco.

Por supuesto que esta lógica no funciona en el mundo real, y las relaciones basadas en ella tarde o temprano serán disfuncionales. Particularmente, el capricorniano se sentirá frustrado de no poder alcanzar su nivel de satisfacción en la pareja sin importar cuánto aporte, y abandonará.

Así que mujer, la próxima vez que te levantes con ganas de hacer una obra de bien, enamorate de un capricorniano. La vas a pasar bestial, pero eso sí, enamorate de verdad, porque lo notan.


Domingos de super acción

Las tardes de domingo no son mi momento favorito. Esa cruza entre modorra y aburrimiento, entre el amontonamiento de rutina postergada y la melancolía anticipada por el fin de la cuota semanal de breve y relativa libertad. No me cuesta ningun esfuerzo de la imaginación entender por qué las estadísticas muestran a los domingos a la cabeza de los dias preferidos por los suicidas para sus asuntos.

Pero como dice el comercial, "no te duele mudarte", y eso es lo que me pasa con las tardes de domingo. Lo que duele en realidad es el balance. Uno se entrega a la noche del viernes con el hambre de un resucitado, a vivir el hoy como si no hubiera futuro. A cambiar la historia, a disfrutar y exprimir cada segundo, a finalmente escribir la trama de ese momento para recordar toda la vida. Y el domingo marca el fin de ese sueño de plenitud, de acontecimientos extraordinarios, y lo marca con el sueño sin cumplir, por otra semana más. Y además, a mi edad, te regala una foto del reloj de arena, donde ya cayó más de la que queda.

La vida es rara, muy rara. Tiene métodos misteriosos, un sentido del humor que raya en lo sarcástico. La vida es parecida a una mujer. No se puede conseguir nada de ella sin pedirlo, pero tampoco se puede conseguir nada de ella pidiéndolo mucho. Hay que fingir desinterés.

Como buena mujer, es mayormente indiferente. Pero a veces, si uno está en ese cuadro mental particular, entre atento y relajado, da un indicio de algo, una insinuación.

Este domingo fue así. Una tarde pesada, fría, gris, tediosa. Una tarde ideal para dos cosas: quedarse en casa haciendo el amor o ir al supermercado. Como era de esperar, prevaleció lo segundo.

Pero ya de vuelta en casa, ocurrió el pequeño, pequeñísimo milagro. Haciendo zapping descuidadamente, paso por una película de nombre desconocido y actores más desconocidos justo en el momento en el que, en medio de una conversación, un personaje masculino le dice a una mujer:

- Las mujeres necesitan seguridad tanto como los hombres aceptación.

No necesito ver el resto de la película. Esa sola frase habría valido la entrada. Cuánta verdad, cuánta razón, cuánta sabiduría. Siempre me conmueve encontrarme con una palabra, o una frase corta que resume tanto contenido. La deberían enseñar en la primaria, para que todo el mundo lo sepa. Ir por la vida sin saber eso es vivir lastimando a la gente.

Supongo que si la vida está hecha de estos pequeños, aislados y dispersos mensajes, el truco está en perdérselos lo menos posible, y abrirlos para captar la enseñanza al máximo.



jueves, julio 20, 2006

(Y con eso qué...?) Estar enamorado, amar y coger

Bueno, vamos directo al grano, que la vida es corta y hay mejores cosas para hacer que leer este blog.

Las malas señales empezaron cuando comencé a iniciar Conversaciones Asperas a causa de mis inseguridades. Yo empezaba a detectar que nuestra piel y nuestro repertorio sexual se ponían cada vez más escasos y limitados, y eso me inquietaba. Nos habíamos contado buenas partes y detalles significativos de nuestras intimidades pasadas - consejo para principiantes: no abras la Caja de Pandora si no estás seguro de poder vivir con eso - y mi conclusión obligada cobraba dos matices posibles:

- o ella no estaba enamorada de mí,
- o a mí me faltaba o fallaba algo en mi manera de relacionarme con ella o en mi manera de plantear las situaciones y las propuestas.

Para añadir a la coyuntura, se me empezó a plantear una alarmante semejanza entre lo que estábamos viviendo y las últimas épocas de mi matrimonio con Pilar, y no va que en una conversación con ésta por aquellos días me desayuno con un caramelo del tipo:

(...)
- P, vos me conocés mejor que nadie. Necesito saber qué pasa, por qué la gente me ve distinto a lo que yo me veo.
- Vos tenés que hacer tu historia y que no te importen los demás.
- No, no. No es eso. Creo que la gente me ve como un osito de peluche. Vos me viste como un osito de peluche, cuando estuvimos juntos. Quiero saber por qué.
- Bueno, vos querés la verdad pura y dura? Y nos dejamos de joder con esto?
- Si, quiero la verdad.
- Yo NO ESTABA ENAMORADA DE VOS. Ya lo dije y espero que con eso te alcance.

Glup. Lo dijo, ciertamente, y ciertamente respondió muchísimas cuestiones con una eficiencia y síntesis obscenas. Y también agregó algo en la línea de "igualmente ojo, porque estar enamorada no significa hacer cosas que no te gusten", y también algo del tipo "las mujeres cogen distinto con tipos distintos", pero para ese entonces mi discernimiento estaba gravemente alterado. No todos los días alguien con quien te pasaste diez años de tu vida te dice que aprendió a respetarte y a quererte, pero que nunca te amó.

Para agregar al mix, yo me seguía llevando por la - ahora lo veo claramente pero entonces no - inocente concepción de que la gente tiene una cierta identidad, que se modifica segun su pareja hasta un cierto punto, pero no demasiado. Digamos que si a mí no me interesan los tríos no va a haber forma de que una mujer me convenza por más enamorado que esté de ella. Con lo cual, yo infería que las cosas que Juana hubiera hecho en el pasado de alguna forma la definían, y el hecho de que no las hiciera conmigo indicaba que algo estaba muy mal. Y con todo esto, cargué mis armas y me mandé a cometer otro gravísimo error:

Compararme con el chef.

El interrogatorio vino más o menos en la línea de por qué cada vez jugábamos menos, por qué estábamos cada vez más rutinarios, por qué yo la veía a ella cada vez menos dispuesta, por qué tenía tantos "no", y por qué... no aceptaba propuestas mías de cosas que había hecho con otras personas. Y las respuestas fueron un catálogo de crosses a la mandíbula casi tan demoledores como el tiro de gracia Pilar-style:

- No tengo por qué hacer cosas con vos solamente porque las hice antes con alguien más.
- Y después que hagamos eso qué más vas a querer?
- Vamos a tener tiempo para hacer todo eso.
- Estás pensando siempre en eso. - todo un clásico.
- Quiero ceder en las cosas que a vos te hagan bien.
- Si necesitás que juguemos más, ok, juguemos más.
- Coger bien para mí aporta apenas una marquita en la autoestima. - esto venía de la misma persona que opinaba que el sexo era el 60% de la pareja.

Pero, ya irritada sobre mis preguntas por el chef, el Oscar fue para:

- Hay gente para coger y gente para amar. Y yo a vos te amo.

Considerando que es una frase tan corta, me decepciona a mí mismo la cantidad de meses que me llevó entenderla. En el mientras, seguía tratando de digerir si al chef también le habría preguntado qué iba a querer después, si el chef no estaba siempre pensando en eso, qué era lo que el chef habría prometido para el futuro, por qué con el chef no había necesitado más de dos meses, si con el chef también había que hacer un esfuerzo para jugar, si el chef, y por qué el chef, y cuándo el chef, y el chef, y el chef...

Recién cuando logré encontrar una tangente que me sacara de ese loop, entendí que como a mí me amaba, iba a tener conmigo la pasión más cómoda y mediocre de su vida. Las grandes aventuras, las grandes entregas, la adrenalina y la experimentación eran para gente a la que a lo sumo "quería mucho", y eso ya era una fase pasada e irreversible.

Por otro lado, me seguía asombrando la frase. Yo no soy prejuicioso y me encantan las mujeres que ejercen su libertad sexual, me encantan liberales, y yo me había quedado con Juana, en gran parte, parado en este aspecto de ella, que conmigo no era. Pero más allá de eso me dejaba pensando por qué la gente en general supone y defiende que los que tenemos el sexo desafectado de los sentimientos somos solamente los hombres.

Otra concepción ingenua, sin dudas.



miércoles, julio 19, 2006

El chef

Cuando conocí a Juana, una de las primeras armas de seducción que usé fue, aprovechando mis respetables habilidades culinarias, invitarla a cenar y cocinar para ella.

Recién después de un par de veces de este tratamiento, supe que su ex-significativo-más-reciente (o sea, salvando las supuestas transas, boludos con suerte y otros ocasionales), era chef.

Conclusión rápida: no sólo no logré impresionarla sino que quedé como un tarado. Pero como supongo que como en casi toda historia, casi siempre se puede rescatar algo positivo, el que de todas maneras, en el mediano plazo hayamos logrado conocernos y eventualmente intimar a pesar de esa estrategia equivocada, debe hablar bien de mí en algun otro aspecto que de
todos modos no me termina de quedar demasiado claro. El punto es que a pesar de los yerros, estábamos juntos, y eso estaba muy bien.

Bueno, estábamos juntos, y estaba el chef.

Durante los meses siguientes, el chef fue una referencia continua al modelo de hombre. Si yo expresaba mi deseo por hacer algo algun día (parapente, paracaídas, snowboard, ski acuático a lomo de orca, visitar la estación espacial internacional), el chef ya lo había hecho. Si yo hacía algo, el chef lo hacía mejor. Si yo decía que algun día tendría una casa con ciertas
comodidades específicas, eran cosas que la casa del chef ya tenía. Donde yo me echaba tres, el chef se echaba cinco.

Me empecé a hinchar un poco las bolas del chef. Aunque pasaría algo más de tiempo para saber exactamente qué de él me molestaba tanto.

El punto culminante fue una mañana de sábado mientras desayunábamos. Todavía no vivíamos juntos, y yo todavía no había mezclado las aguas, así que Juana era Juana y Ezequiel Ezequiel, y digamos que no se cruzaban en mi presencia. Esa tarde tenía que ir a buscarlo a la casa de mi mamá, donde se había quedado a pasar la misma noche que Juana y yo habíamos pasado en un hotel y que yo había planeado como la gran aventura amorosa de los últimos tiempos, con gran atención al timing y a los detalles. Era, en cierta forma, un desayuno de despedida por unos días hasta que yo recobrara mi independencia soltera al 100% mientras cuidaba de Eze los días que me tocaba en tenencia.

La gran aventura había transcurrido más o menos segun el plan, pero a pesar de eso había algo de una inquietante distancia entre lo ocurrido y mi fantasía. Y entonces, un poco tristes los dos en anticipación a los días que no nos íbamos a ver, ella, que estaba hojeando una revista cualquiera del bar, de esas del tipo de ricos y famosos, de repente la dio vuelta y me mostró una serie de fotos.

- Este es el parque que te conté.

El parque que me contó era el parque donde lo había hecho con el chef.

Y por segunda gran vez desde que la había conocido, me sentí un absoluto perdedor. Pero había algo peor, porque no era un perdedor por mérito propio. Mi circunstancia de perdedor quedaba determinada por la mera existencia del chef. No parecía haber manera de evitar que me eclipsara.

De la molestia inicial que sentía por el chef, pasé a una sucesión de diversos sentimientos hacia él. Celos, por haber tenido a la mujer que me gustaba. Envidia, por haberla tenido de una forma en la que yo deseaba, y no lograba, tenerla. Admiración, por haber logrado todo esto aparentemente sin el menor esfuerzo. Casi que me empezaba a creer todo el halo de superhéroe que asomaba cada vez que se intuía la figura del chef en el menor evento cotidiano. Casi que me empezaba a causar curiosidad saber quién era ese tipo y qué tenía tan especial.

La sucesión de sentimientos se vio coronada por el respeto, seguido del miedo. El chef se empezó a convertir en una amenaza. A pesar de que los separaban miles de kilómetros, le tenía miedo a su mail. Le tenía miedo a su msn. Creía que si el chef alzaba una ceja, la tendría a sus pies, o a su sexo, en una fracción de segundo.

Con el tiempo, empecé a entender que no le tenía tanto miedo a él, como en realidad le tenía a ella. Porque el chef, existía dentro de su cabeza, y lo que yo sabía de él era un simple contagio de la fantasía de ella.

Abreviando, el chef era originario de aquí pero vivía en Europa desde hacía muchos años. Se habían conocido aquí, muy al pasar, en una reunión de un amigo en común de ellos al que él había venido a visitar, mientras ambos tenían pareja. Se habían vuelto a contactar dos años después, y habían tenido un romance epistolar desbordante de cibersexo. Al cabo de eso, aprovechando un dinero inesperado, ella viajó a visitar a una amiga y a verlo de nuevo. Eso duró dos meses, supuestamente intensos y durante los cuales se supone que pasó de todo, y después de los cuales ella volvió aquí y al presente no se han vuelto a ver, aunque se han comunicado ocasionalmente. De su relación con él a lo que estábamos comenzando nosotros, habían pasado, groseramente, otros dos años.

Durante mucho tiempo más, el chef continuó siendo para mí un motivo de preocupación, de inseguridad, origen de numerosas CCAs, y sobre todo el motor de muchas preguntas y misterios que en realidad tenían más que ver con mi interés en conocerla y descubrirla a ella, y a mis dudas sobre por qué ella se veía tan distinta a esa mujer, la que había hecho ese viaje.

Ahora, que recorrí mi propio camino, puedo decir que entendí unas cuantas cosas, otras pocas no, y otras pocas más al menos acepté que no se pueden explicar. Y el mito del chef se me ha derrumbado bastante, y creo intuir cómo fueron realmente los acontecimientos y en qué intensidad estuvo esa hornalla.

Aun así, tengo que reconocer que todavía le guardo una cierta admiración por haber jugado su juego tan bien. Particularmente, me parece que dosificó muy bien un ingrediente en la ecuación que a mí me cuesta mucho cuando estoy enamorado. Este elemento está científicamente probado y comprobado, perfectamente tabulado, y tiene nombre clínico: se llama egoísmo, y es tan necesario en el amor como en casi todos los demás aspectos de la vida.

Pero todavía lo invitaría con una cerveza a que me cuente lo del parque, aunque ahora sólo por aprender cómo es que se hace.


La parte más difícil

Hay días en los que parece haber una solución, en los que parece que vale la pena seguir y dejar pasar algo de tiempo. Hay días en los que creo que puedo esperar y tomarlo con calma, y que los buenos tiempos volverán. Hay veces que pienso que puedo relajarme y disfrutar lo que tengo, sea mucho o poco, y ser feliz, y que las cosas van a mejorar, van a salir bien.

Otras veces creo que ya tenemos fecha de defunción, y siento que estoy esforzándome por arrastrar al agua a un caballo muerto. Que aposté todo en una empresa imposible. O que hay cosas que la vida tiene, pero que no las tiene para mí.

A veces, unos u otros sentimientos duran un día entero, o más, y se esfuman después de haber dormido con ellos. Y a veces llegan de un momento a otro. Como hoy.

El día amaneció óptimo. Con un cielo celeste y completamente despejado después de semanas de niebla y llovizna. Con un sol tibio y radiante. Me bañé, me afeité, me perfumé, me vestí lo más elegante que pude. Tengo una cita para almorzar con una ex-compañera de trabajo que me gusta mucho. No se lo conté a Juana. Era un hermoso día. Estaba tranquilo, y feliz.

Hasta que en el viaje descubro que cometí la estupidez de cargar en el MP3 una canción como ésta.

Coldplay. The hardest part.

Y la parte más difícil
Fue dejar ir, no tomar parte
Fue la parte más difícil
Y la cosa más extraña
Fue esperar que esa campana sonara
Ese fue el comienzo más extraño

Lo pude sentir bajar
Agridulce, pude saborear en mi boca
Plata recubriendo la nube
Oh y yo
Yo quisiera poder resolverlo

Y la parte más difícil
Fue dejar ir, no tomar parte
Eso realmente me rompió el corazón
Y traté de cantar
Pero no pude pensar en nada
Y esa fue la parte más difícil

Lo pude sentir bajar
Dejaste el sabor más dulce en mi boca
Sos plata recubriendo las nubes
Oh y yo
Oh y yo
Me pregunto de qué se trata todo

Todo lo que sé está mal
Todo lo que hago, simplemente se deshace
Y todo se rompe

Es un hermoso día en Buenos Aires. Afuera de mi cabeza y de mi corazón.

Pero el show debe continuar, y hoy me interesa más que nada escribir sobre un contrapunto muy jugoso - como no podía ser de otra forma - que tuve el privilegio de protagonizar en los comments del último post con nuestra invitada de lujo: Amanda, quien nos ha honrado con su visita.

Pero para llegar a donde quiero ir, hace falta algo más de background. Acompáñenme, por favor. Por aquí.


martes, julio 18, 2006

Otros números

Creo que en materia sexual, no hay manera de "ganarle" a una mujer.

Empecemos por el principio y por lo básico: No se puede competir con una persona que es capaz de tener n orgasmos en un único encuentro, que puede volver a estar lista en 3 minutos, y que puede tener tanto sexo por día como sus huesos soporten.

Pero también es bastante difícil igualar a una mujer promedio en otros números, por ejemplo la cantidad de parejas sexuales que haya tenido, y mucho más si ponemos en la cuenta a los potenciales que hubieran sido rechazados. Esto, creo, se sostiene en lo que expresé en un post anterior con respecto al potencial sexual de unos y otros.

En este sentido, el único límite de la mujer parece ser la líbido, o más específicamente, la imaginación, que es la que finalmente la motoriza. En vistas de todo esto, ser un buen amante se pone particularmente complicado. Digamos que con mantener un buen estado físico y una líbido alta, se cumple con, probablemente, apenas un 15% de los requisitos, y hasta en muchos casos puede jugar en contra. Hay una parte psicológica y emocional que es tan sutil, tan ambigua, y tan difícil de estimular, manipular o controlar, que hasta el más experimentado y exitoso de los seductores tiene una tasa de aciertos que vista en números fríos es decepcionante. El hecho de que las mujeres hayan salido al mundo, y con eso borrado su ingenuidad de antaño y reforzado sus ya de por sí superiores habilidades cognitivas (sensibilidad, intuición, y facilidad para leer entre líneas e interpretar el lenguaje gestual), no contribuye para nada a los propósitos masculinos.

Y todo esto, para coger. Cuánta energía invertimos los hombres no tanto en coger, sino en poder coger. Por algo el filósofo
dijo que todo lo que hace un hombre es para levantarse minas. Y después las mujeres van por la vida criticándonos porque nos la pasamos pensando en sexo. Un hombre que no piensa en sexo no pasa la competencia, bonita, se muere no solamente solo, sino peor, virgen.

Parece ser que en la mayoría de los casos, la imaginación femenina no es endógena, sino que debe ser excitada externamente, a diferencia del caso general masculino. Vayamos a mi caso particular. Soy un hombre común, de mediana edad (más de 30, menos de 40), divorciado y con un hijo de su ex-matrimonio, un trabajo para nada excitante de lunes a viernes de 9 a 6, vivo en una ciudad para nada emocionante, manejo un auto de modelo más o menos reciente pero pequeño, y vivo en un departamento amplio y cómodo, pero alquilado. Pertenezco a una población de características semejantes que suma miles, y de los cuales probablemente la mitad son más altos y la tienen más gruesa que yo. Si alguien logra contarme cómo y convencerme de que hay alguna forma de que con esto una mujer se moje como si yo fuera Indiana Jones, le envío un donativo vía Pay Pal.

Esto no me parece tanto un ejercicio de autocrítica abusiva, ni un defecto de autoestima, como una simple interpretación de la realidad circundante.

Y es que creo que los hombres, en el mundo que le ha tocado a nuestras generaciones y a las futuras, nos hemos quedado con esa posición en la cadena alimenticia: ya no somos los depredadores, sino más bien unos mendigos carroñeros.

Pero aparentemente, algunos logran descubrir una veta exitosa en todo este contexto. Ellos, los iluminados triunfadores, los verdaderos self-made-men, los profetas sin tierra, es a quienes creo que hay que observar con solemne atención y obtener enseñanza de cada gesto y cada palabra.

Y justamente a eso, me visto y me voy.



sábado, julio 15, 2006

Y yo

Es de madrugada y estoy en el lugar donde el cansancio y la borrachera se funden en una sensación de limbo confusa y al mismo tiempo agradable. Juana duerme a pata suelta en una habitación, y Eze en la otra.

Se me dio por pensar que alguien que pudiera estar leyendo esto tendría una gran probabilidad de caer en la sensación de que yo soy un hombrecito resentido, reprimido y mojigato de la edad de piedra, así que me encapriché con hablar un poco sobre mí y mis propias preferencias.

Me considero un hombre promedio. Sexual. Muy sexual. Sexy, algo por encima del promedio. Creo que tengo "esa" actitud, donde el físico tal vez me falla. Tengo una gran imaginación.

Me encanta coger. Pero también necesito que me cojan, del mismo modo que me encanta besar y que me besen en respuesta. Dos veces en mi vida pagué por sexo, y ninguna de las dos pude acabar. Creo que el sexo es como el ajedrez. Uno se da cuenta cuando el otro no juega y se deja ganar para terminar antes, y así el juego pierde toda la gracia y su razón de ser.

Me gusta masturbarme. Me gustan las fotos. La cantidad de veces que lo hice delante del monitor es incontable, pero debe alcanzar fácil, muy fácilmente, las 4 cifras. Seguramente he tenido mucho más sexo solo que acompañado.

Me fascinan las mujeres. Me gusta todo en ellas, desde sus cuerpos delicados y a la vez terribles hasta la forma casi inocente, casi ingenua y casi despreocupada con la que van por la vida. Me gusta llegar a una mujer. Me encanta seducirlas y conocerlas de a poco. Igual que pasa con muchas mujeres, necesito conocer a la otra persona para poder pasar a la intimidad. La mayoría de mis parejas sexuales antes fueron mis amigas.

Me encanta dar placer a una mujer. SIEMPRE me esfuerzo por que ella quede satisfecha en un encuentro. De cualquier manera. No se termina hasta que ella dice que se termina.

Me fascina dar sexo oral, y también recibirlo. Soy un fanático de los preliminares. Me apasiona tocarlas, desvestirlas, acariciarlas, besarlas, morderlas, lamerlas. Tengo pocos límites en cuanto a lo que hago cuando alguien me gusta.

Lo primero que me fijo en una mujer es su cara. Prefiero las caras redondas y delicadas. Con unos ojos expresivos y una boca sensual ya estamos en buen camino. El color del pelo y de los ojos es secundario, aunque prefiero castaño y claros o miel. Me matan las pecas, sobre todo en la nariz.

Lo segundo que miro son los pechos. Algunos prefieren el culo, y otros los pechos. Yo sacrifico todo el culo necesario por unas buenas tetas. No enormes, proporcionadas. Si son algo pesadas, mejor. Si los pezones son grandes y se paran bien duros, hay bonus extra.

Y lo tercero que miro, pero que es definitorio, sin esto no vale nada de lo anterior, es la actitud. Detesto a las mujeres que se tapan las tetas con lo primero que tienen a mano o que se la pasan tirando hacia abajo de la mini. La mujer es un milagro, no hay motivo para una mujer para no sentirse orgullosa de serlo, y en vez de eso estar reñida con su naturaleza.

Me gustan sexuales. No me gustan las mujeres vuelteras o reprimidas. No me sirve de nada estar con la mujer más hermosa del mundo si no la puedo tocar. Que se quede en su casa, que yo me quedo con la más puta. Me gustan deshinibidas. Un poco exhibicionistas. Me gustan las mujeres que saben tomar la iniciativa como solamente una mujer lo puede hacer.

Me descontrola que me provoquen. Me fascina hacerlo con la ropa puesta, y si ella es la que se aparta la bombacha para dejarme entrar, me lleva al cielo. Me incendio con la exhibición gratuita; me excita mucho más una prenda que deja ver a través que la desnudez. Me hace estallar que dejen salir las tetas afuera del corpiño. Me mata cuando no usan ropa interior.

Me enloquece que se acaricien mientras están conmigo. Que se sostengan las tetas, que se separen los labios. Que se toquen. Lo que más me calienta en el mundo entero es ver a una mujer masturbándose.

Me gusta aprender. Me gusta creer que tengo una mente abierta, y que puedo tanto enseñar, como aprender del otro, como aprender juntos. Me gusta probar cosas nuevas y hacer cosas arriesgadas. Me gusta pensar que todavía puedo crecer y hacer crecer a alguien a quien amo.

Me gusta compartir y cuando amo, doy todo lo que tengo y todo lo que soy.

No sé si será mucho, pero eso soy yo.

jueves, julio 13, 2006

El 1, el 10 y las 1000 segundas veces

Juana me manifestó muchas veces su preocupación por no haber sido "mi primera vez" en varios aspectos de la vida, como ser que yo ya me había casado y ya había tenido un hijo con otra persona, a pesar de que yo pensaba que el hecho de que yo tuviera más experiencia con esas cosas importantes me sumaba algun que otro punto a favor como hombre.

Yo, a mi modo, me veía reflejado en su reclamo. Cada vez que me enamoré, me propuse intentar ser el mejor amante que mi pareja hubiera tenido, y con Juana fue tanto más fuerte esta intención. Y no podía evitar intuir que ella había tenido ciertas primeras veces y ciertas más intensas veces que ya no se podían sustituir.

Parece ser que a muchos humanos nos trauma particularmente en el amor algo que tiene que ver con el número 1; si no es ser el primero, al menos el mayor exponente en tal o cual cosa en relación con el otro. Pero para continuar con el análisis numerológico, pasemos al otro número importante.

Una de las n de David era una chica a quien, por supuesto sin que ella lo supiera, habíamos bautizado como Miss 10. Esto empezó cuando ellos recién comenzaban a estar juntos, y él me contaba sobre ella y sobre ellos, pero sin dar nombres. Entonces, ante la necesidad de referirla de alguna forma, cuando hablábamos le preguntaba cómo iban las cosas con Miss 10. El apelativo, como es de suponerse, tenía que ver con el hecho de que David estaba muy feliz con ella.

Bueno, a veces estaba muy feliz con ella. Tenían muy buena piel y una cama espectacularmente envidiable, pero segun él no compartían nada más y dudaba de seguir con la relación, a pesar de mi insistencia a favor. Y, por supuesto, mi consejo a favor del tómalo tenía motivos, y estos motivos tenían que ver con mi percepción de que lo que ellos tenían es más difícil de conseguir que la afinidad a más alto nivel. Mi opinión es que la piel se tiene o no se tiene, no se gana con el tiempo sino que se deteriora, pero que la experiencia de conocerse y coincidir y complementarse sí se enriquece y puede crecer con el paso del tiempo. Digamos que en mi visión ellos tenían un excelente punto de partida para otras cosas que podían venir y agregarse después. Pero David mantenía sus dudas y sobre todo su recelo de presentarla en público, porque pensaba que no encajaban juntos.

Así que un día que él estaba nervioso porque pronto tenía un compromiso social y no estaba seguro de si ir o no con ella, le propuse una prueba piloto y los invité a cenar a casa.

Cuando finalmente se fueron, Juana se despachó a Miss 10 a gusto. Dijo que David tenía razón, y que lo mejor sería que se divirtiera con ella un poco más y después buscara algo de su nivel.


Con lo cual, sin saberlo, me dio el pie que necesitaba para mi exposición: que yo opinaba que lo que ellos tenían valía tanto o más que lo que nosotros teníamos, y que una cosa no quitaba la otra, siempre apelando al "todo en casa". Y como era de esperar, terminamos hablando de sexo, que era justamente lo que yo quería.

- Le falta experiencia a esa chica. Le falta calle, golpearse con la vida. Es muy infantil.
- No sé, puede ser. Pero ella tal vez tenga tiempo para crecer. Eso puede venir después, y lo que tienen ahora no viene después.
- Yo no opino lo mismo. Una aprende y se conoce a medida que crece.
- Cómo? no entiendo.
- Una aprende mejor qué cosas le gustan. - por supuesto, omitió mencionar el aprendizaje de las cosas que no le gustan.
- A ver. Para vos, cuándo eras más 10? Antes, o ahora?
- Ahora, sin dudas.
- Sin embargo, para alguien con quien antes hiciste cosas que ahora no hacés, eras más 10 antes, no te parece? - su cara se transformó en una fracción de segundo.
- Otra vez con lo mismo?!

De más está decir que esa noche tampoco lo hicimos.



Oferta y Demanda

Experimento 1

A) Dispóngase en un recinto preferentemente cerrado, una población aceptablemente grande, mixta al 50% aproximadamente en géneros, de edad joven / adulta. Genérese en este ambiente una atmósfera distendida y relajada para los participantes y no se les asigne otra tarea que conversar, escuchar música y divertirse. Un ejemplo del escenario buscado podría ser el típicamente encontrado en un pub, bar o discoteca.

B) Insértese en el contexto definido en A a un ejemplar masculino, de edad acorde a la población dispuesta, de apariencia apuesta para la mitad femenina de esta población, habiendo relevado previamente los requisitos para cumplir con tal condición.

C) Sitúese al sujeto aproximadamente en el epicentro de la reunión y hágaselo gritar, en voz alta y clara de modo que el mensaje llegue al total de la población, lo siguiente:

QUIERO TENER SEXO.

D) Provisto de un cronómetro, déjese transcurrir un lapso de media hora, y anótense los resultados.

E) Dispóngase una instancia aislada de A, es decir, el recinto puede ser el mismo pero la población debe ser compuesta por individuos distintos a los de A para evitar el efecto placebo.

F) Insértese en el contexto definido en E a un ejemplar femenino, de edad acorde a la población dispuesta, de apariencia apuesta para la mitad masculina de esta población, habiendo relevado previamente los requisitos para cumplir con tal condición.

G) Sitúese al sujeto aproximadamente en el epicentro de la reunión y hágaselo gritar, en voz alta y clara de modo que el mensaje llegue al total de la población, lo siguiente:

QUIERO TENER SEXO.

H) Provisto de un cronómetro, déjese transcurrir un lapso de media hora, y anótense los resultados.

I) Compárense los resultados obtenidos en D y H.

Creo que aunque no hagamos en la realidad este experimento, pocos dudarán del resultado del mismo, que es el punto de todo esto. Pero el punto no es precisamente probar que para las mujeres, en general, el sexo es fácil de conseguir, mientras que para los hombres, en general, es difícil y esforzado. Eso lo sabe más o menos todo el mundo. El punto es cómo cada quien ve lo que ve.

Los que vivimos del lado occidental del mundo, y ya hemos aceptado la sociedad de consumo como el aire que respiramos, estamos acostumbrados a conceptos en el fondo un poco ilógicos, como el de oferta y demanda. Como no soy un experto en marketing ni en economía, lo voy a reseñar en modo muy grosero. El principio es que cuanto más hay de algo, más trivial se vuelve, y por ende más barato; y por el contrario, cuanto más escaso es un bien o recurso, tanto más valioso. Este fenómeno es también determinante de un abanico de otros, como por ejemplo que es más barato comprar en volumen que individualmente. En los extremos, se dan los casos absolutos de commodity y lujo, en los cuales, respectivamente, se da que un bien es tan abundante y ubicuo que su valor es casi nulo, o que es tan escaso que es prácticamente inaccesible.

Este tipo de conceptos en realidad parecen tener que ver con cuestiones ergonométricas, parecen emerger de las características de la insatisfacción inherente del ser humano. De hecho, esta insatisfacción motoriza en gran parte ideas como el progreso, el desarrollo y la civilización en general, pero dejemos eso para otro día. Lo que quiero decir es que en cierta forma, es análogo a lo que pasa cuando uno tiene la heladera llena de comida. Uno la abre y no logra decidir qué quiere comer, y lo más probable es que termine abriendo un paquete de galletitas y untándolas con manteca como todo detalle para la cena. Ahora, si en cambio, la heladera está vacía, uno la mira y dice algo así como...

- Qué lástima. Justo tenía ganas de comer un.....

Y ahí el deseo se hace concreto. Uno tenía ganas de comer algo en particular, que hoy en la heladera no está. Uno lo puede ver, puede recordar el sabor que tenía la última vez que lo comió.

Frecuentemente me asalta el pensamiento de que eso es justamente lo que les pasa a las mujeres con el sexo, y lo que nos pasa a los hombres con el sexo. Para ellas es tan simple, y la oferta es tan grande, tan abundante y tan variada, que se termina volviendo trivial, monótono y aburrido. Algo que no merece ni la menor consideración, ni menos esfuerzo, ni mucho menos angustia. Para ellas, el sexo es un commodity. Pero en cambio, de este lado de la muralla, el sexo representa algo a lograr con esmero, con esfuerzo, con constancia, en competencia, y con inversión en tiempo y seguramente en dinero, por más que no apuntemos a pagar por sexo. Y por ende, el sexo cobra una cierta importancia culminante, la materialización de un logro, del empeño puesto en una empresa. Es algo raro, costoso y sólo para unos pocos afortunados. Es un lujo.

Supongo que eso nos justifica un poco a todos: a ellas, por no poner entusiasmo ni interés activo por el sexo, y hasta por rehuirle desde un poco hasta mucho; y a ellos, por tenerlo todo el tiempo en la cabeza, estar siempre a la búsqueda de una presa nueva, y perder el interés cuando lo consiguieron.

Y con esto, ya que estamos todos justificados y no parece haber otra salida, podría decir adiós y cerrar este aburrido blog.

Pero no, todavía queda bastante por revisar.

Como por ejemplo: qué pasaría si la ecuación se equilibrara? pensándolo, no es tan imposible. Con mantener a los hombres aplacados estaríamos cerca...

lunes, julio 10, 2006

Implosión

Es la hora, fue la frase
Y hablamos, y sin mediar ninguna firma,
Dimos por cerrado el caso
Demasiado tiempo transcurrido
Y tantos intentos vanos


Yo solamente deseaba

Ser un brillo en los ojos de alguien
Entonces no parecía
Estar pidiendo demasiado


Una vez libre de la influencia
Pensaba recuperarme
Pero estoy tan desperdiciado
Que solo quedan despojos
De algo irreconocible

Yo solamente deseaba
Ser un lugar en la mente de alguien
Entonces no parecía
Estar pidiendo demasiado

Implotamos, nos dejamos
Librados a nuestras suertes
La misma que mil veces tentamos
Y le ofrendamos nuestras vidas
Con tan pocos resultados

Yo solamente deseaba
Ser un fragmento en la felicidad de alguien
Entonces no parecía
Estar pidiendo demasiado


Krestian, Octubre de 2004
De verdad lo siento, Pilar.


Julio de 2006: felicitaciones por el nacimento de tu hija. Sin rencores, te quiero, Krestian.


viernes, julio 07, 2006

Tiburones

Conversábamos sobre temas sin importancia, cuando en un momento de la charla solté una frase vulgar y coloquial de uso comun.

- Si hacías X, te chupaban la pija cada quince minutos. - Apelando al significado comunmente aceptado de la frase de que te iban a adorar, idolatrar o agradecer en forma suprema. Entonces, ella dijo:

- No quiero interrumpir, pero realmente me da mucha curiosidad.
- Qué? - yo no entendía a qué se refería, pensando que hacía alusión al tema que veníamos conversando.
- Qué es lo que tanto tienen los hombres con eso.

Me agarró mal parado y me sorprendió. Primero, se me cruzó preguntarme cómo podía haber llegado hasta los umbrales de los 30 sin haberlo descubierto ya, más habiendo tenido supuesta experiencia con unos cuantos hombres. Me llamó mucho la atención la forma en la que había, en realidad, expuesto su falta de experiencia. Segundo, tuve que contener la tentación de responder preguntando si acaso a ella no le gustaba que se lo hicieran; y tercero, me tuve que volver a contener para no preguntar qué es lo que tanto NO tienen las mujeres con eso.

En vez de toda esa ráfaga de impulsos, y tratando de mantener la postura cordial, positiva y de caballero, le di mi versión personal del tema. Lo que yo creo es que el sexo oral de una mujer a un hombre es uno de los máximos homenajes que ella le puede hacer a él. Es una demostración muy poderosa de que a ella le gusta él, completamente, y lo desea. Lo veo como una demostración de afecto, entrega y aceptación muy superior a casi cualquier otra, incluyendo el sexo.

Me miró y me escuchó con atención, y cuando terminé, dijo:

- Me deja muy asombrada lo que me decís.
- En serio? Por qué? Qué pensabas?
- No, no pensaba nada en particular. Pero me deja muy asombrada.
- Bueno, pero en general a uno lo asombra una respuesta cuando es diferente a lo que uno creía.
- ... Pensaba... que me ibas a responder algo más "orgánico", no algo tan emocional. No pensé que tuviera tanta carga emocional.

Las mujeres se suelen manejar con tantos o más lugares comunes hacia los hombres que al revés. Y realmente, coincido con la mayoría. Sí, chicos, ellas tienen razón cuando generalizan y dicen que somos más básicos. Tienen razón cuando dicen que somos transparentes. Tienen razón cuando dicen que somos más inmaduros. Aceptémoslo. Está en nuestros genes.

Sin embargo, muchos de estos lugares comunes tienen ramificaciones no tan expresadas como implícitas. Por ejemplo, aquel que reza:

- Los hombres sólo piensan en eso.

Aparte de causarme bastante gracia cómo las mujeres, en general, evitan usar la palabra "sexo" a toda costa, el contenido me parece, al menos, discutible. Pero lo grave, en realidad, es que tanto oir estas frases, crea un entrenamiento para la mente, la cual se prepara a la estrategia más acertada (en este caso de defensa), lo que a su vez crea una estrategia más adecuada del otro lado (un ataque más agresivo), y todo se termina convirtiendo en una profecía autocumplida, con dos bandos muy polarizados: uno de presas indefensas y otro de depredadores desalmados. Y de ambos lados se terminan tejiendo conclusiones y conjeturas, que son solamente aproximadas, mayormente dañinas, y que cuando se apilan una encima de otra, pueden llevar a ideas equivocadas por la simple acumulación de errores de medición.

La forma larga del enunciado anterior sería:

- Para los hombres el sexo es una necesidad puramente fisiológica. No ponen sentimiento en el sexo ni tampoco les interesa tu sentimiento. No tiene otras connotaciones espirituales, ni de confianza, ni de amor, ni de cariño, ni de proximidad, ni de respeto, ni de afecto, ni de intimidad, ni de compañerismo, ni de complicidad, ni de conocimiento, ni de crecimiento. El hombre es un depredador ciego, sediento e irreflexivo, como un tiburón cebado por la sangre de la víctima, motivado únicamente por el afán de su propia saciedad.

Por supuesto que del lado masculino se teje una conjetura larga semejante e igualmente nociva, de la cual el Axioma de Leonardo es solamente una hoja del árbol. La combinación de ambos paradigmas da como resultado que la pareja humana sea, probablemente, el tipo de unión más tenso, complejo e inestable sobre el planeta en vez del más espiritual y elevado, como podría y debería serlo.

Es verdad que el sexo tiene, para el hombre, una base fisiológica de la que las mujeres están exentas. Y también es cierto que el hombre está diseñado para ser uno de los cazadores más eficientes de la naturaleza. Pero pararse exclusivamente en esta postura, ignorando siglos de cultura y de crecimiento humano, me parece más un intento por justificar el propio miedo que una actitud constructiva de una mente abierta, amplia y positiva.

En mi caso, para el que - como en la mayoría de los hombres - el sexo es una parte importante en la vida, pero además siendo un creyente y practicante defensor del "todo en casa" (amiga, confidente, esposa, y amante), la puesta en práctica de estos prejuicios crea un daño de tal magnitud que llega a coartar de entrada cosas mucho más importantes como la armonía, la confianza, el compañerismo y la ilusión de una vida en pareja, rica y plena, y crea serias dudas sobre la mismísima viabilidad de ese modelo y del amor en general.

Donde no hay libertad para expresarse, donde hay miedo, soledad, resentimiento, sensación de abandono o rechazo o reservas injustificadas, el amor se complica demasiado. Y el amor es un sentimiento tan puro y básico como frágil, como para cargarlo de tanto equipaje innecesario.

Un rato después, le terminé confesando que me había sorprendido con la pregunta, y que yo creía que ella ya habría aprendido antes todo eso y que no obstante habría adoptado una postura firme y final, la que yo conocía.


Me miró por unos segundos.

- Creo que resté puntos -, me dijo.



jueves, julio 06, 2006

Categorías

Cada vez que Ezequiel conoce a un adulto nuevo de mi círculo, más tarde o más temprano, y a solas, me somete al siguiente interrogatorio:

- Papi, Fulano, qué tiene?
- Cómo "qué tiene", mono?
- Tiene un hijo?
- Emmmmm... no, no tiene hijos.
- Tiene animales?
- Er... eh... no, no tiene animales.
- No tiene nada, entonces?

Si la respuesta a "tiene hijos" es afirmativa, el asunto queda zanjado ahí. Parece ser que la medida del éxito en la vida adulta, para un varón de 5 años que hace esto desde hace dos, pasa por tener hijos, o como mínimo un perro, en ese orden de preferencia.

A estas alturas ya me acostumbré a detectar en Ezequiel, a pequeña escala, rasgos de comportamiento que también se aplican a los adultos, sólo que quitando los detalles, accesorios y complejidades de estos últimos. Tampoco me espanta descubrirme, a veces, practicando con él estrategias de persuasión, disuasión y decepción que luego verifico que también sirven con los adultos.

Alguna, o demasiadas, veces, leí que el cerebro es una máquina de clasificar. Lo que leí menos veces, es el corolario de que esta función, con el tiempo, se convierte en una necesidad. La gente se crea una cierta estructura de pensamiento y los objetos o situaciones que no encajan en ninguna clasificación existente crean stress, intranquilidad. Esto es una técnica muy usada, por ejemplo, en la industria de la publicidad, donde para captar la atención de un lector en una fotografía por 3 segundos en vez de 2 se invierten millones. Cuando se presenta a alguien con un objeto de apariencia extraña, la actitud más habitual es que el sujeto se concentre y se abstraiga sobre el objeto en cuestión tratando de racionalizarlo. Después de algunos segundos, se obtendrá del sujeto con los ojos todavía achinados por la confusión, una respuesta similar a:

- Es una... silla?

Esta es una situación no poco común en lugares como museos o galerías de arte. El cerebro no se lleva bien con las ideas abstractas, tiene una necesidad de pautas y de transitar caminos conocidos y probados. Cuando dibujaba, y mostraba mis dibujos, lo normal era que me llenaran de preguntas del tipo:

- Este quién es?
- Y acá qué pasa?
- Por qué éste está haciendo eso?


Bueno, y a qué viene todo esto? A que esto de la medida del éxito y de las categorías se ve todo el tiempo en el mundo adulto. Todos, tarde o temprano, cuando nos dejamos conocer, terminamos cayendo en alguna categoría:

- Transa: relación informal y pasajera, histeriqueo, piel, sexo tal vez.
- Buen partido: estrategia cautelosa y paso a paso para asegurar futuro.
- Chico bueno: novio, cine, cena, guardar las formas y después vemos.
- Chico malo: agarrate Catalina que nos vamos a divertir. A la mierda con las formas.
- Esposo: no nos queda más remedio que estar juntos.
- Amante: pero puedo recuperar la juventud y las ganas de vivir, afuera.

Una vez catalogados, vuelve la tranquilidad de saber que tenemos una estrategia válida, y diferente en cada caso, para encararlo.

Yo tengo la suerte de haber racionalizado todo esto lo suficiente para no dejarme guiar por estos cantos de sirena. Pero tengo la desgracia de que la gente en general se sigue guiando por estas pautas, y eso cancela mi iniciativa de tener una historia propia que se escriba cada día. Porque la relación tiene que tener un rótulo, algun nombre, y tiene que encuadrar en él para que se le pueda contar a otras personas y las otras personas entiendan. No se puede tener un / una amante que al mismo tiempo sea el / la esposo / a, porque una cosa es la pasión y otra la convivencia. Con un novi@ no se hacen cosas que sí se pueden llegar a hacer con una transa, porque una cosa es el amor y otra la calentura. Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.

Con Pilar, llevábamos 5 años de convivencia cuando nos casamos. La casa era la misma, la heladera era la misma, la cama era la misma, los muebles eran los mismos, y nosotros éramos los mismos, pero nuestra relación cambió de un día para el otro, porque ahora teníamos un papel firmado que decía que era para siempre.

Con Juana, la categoría en la que caí, por supuesto sin intentarlo, es la de chico bueno.

Otras personas que me conocen, menos, tanto o más que Juana, no creen que yo sea un chico bueno. Que no soy un asesino serial tampoco, pero que me aparto bastante del modelito. Yo sé que no soy un chico bueno y que tengo mis caprichitos y mis perversiones y mi morbo y mis pequeñas degeneraciones y vicios, de los que no renuncio ni me avergüenzo ni me culpo ni me preocupa ocultar ni por un minuto. Pero con Juana no los puedo ejercer, porque ella ya me clasificó y cuando algo no cae en su clasificación, yo quedo automáticamente fuera de lugar y a ella le sobreviene el asombro incómodo. Y detrás de eso, el reproche escarmentador.

Hace unos días, estábamos en el auto en el horario del programa de Andy Kusnetzoff. A los dos nos gusta Andy, pero a ella le encanta. El se mandó una de las suyas, y los dos nos reímos de lo descarado que es. Cuando bajamos del auto, todavía seguíamos comentando el episodio. Entonces ella soltó algo así como:

- Me encanta lo desfachatado, lo atorrante que es.
- Te gustan los tipos atorrantes?
- Sí, me gustan atorrantes.
- Entonces por qué cuando yo soy atorrante a vos te molesta?
- Por qué siempre tenés que tomar todo como algo personal?

Y otra vez me quedé pensando si lo que la gente necesita, lo que creen necesitar, lo que les gusta, y lo que finalmente eligen, necesariamente coincide. Y también me quedé pensando que no podía responder, porque cada quien es como es, y cada quien puede pensar de otro lo que le da la gana, y está bien que sea así.


miércoles, julio 05, 2006

Envidias, enojos y celos

Me da envidia cuando veo una pareja besándose y abrazándose en público.

Me dio envidia cuando hace poco vi a una pareja en el patio de comidas del shopping, ella parada con las piernas abiertas abrazando una de las rodillas de él, él sosteniendo la cabeza de ella en el beso con una mano, y con la otra acariciándole una teta, mientras Juana y yo hacíamos la fila para comprar la cena.

Me dio rabia que ella me regañara por mirarlos y me dijera que dejara a cada quien hacer su vida.

Me da envidia ver a las parejas sentadas o caminando por el parque, con todo el tiempo y sin otra ocupación que pasar un rato juntos.

Me da nostalgia cuando me acuerdo de las veces que hicimos tonterías encantadoras como ponernos a bailar en el supermercado.

Me da rabia y envidia cuando alguien me cuenta sobre algo inusual o arriesgado que hizo con su pareja.

Me daba no tanto celos como envidia y una admiración morbosa el chef, aunque ahora ya ni me lo creo ni me importa.

Me dan rabia los consejos sexuales de la Cosmopolitan.


Me daba rabia que ella se hiciera la distraída para en realidad ignorar las insinuaciones, las sugerencias y los tips que le dejaba, sutilmente, como se supone que ellas esperan.

Me enojé cuando entendí que no importa lo que uno haga o cuánto haga, lo único que importa es lo que el otro cree que uno es.

Y a veces todavía me enojo y me pongo de mal humor. Y después de un rato me doy cuenta de que no estoy enojado con ella. Ni conmigo mismo. Estoy enojado con la forma en la que se dan las cosas. Estoy enojado contra nadie ni contra nada en particular y termino entendiendo que ese enojo no tiene ningun sentido.

Dejé de comprar libros de autoayuda sobre cómo entender a las mujeres o cómo ser un mejor amante, porque siempre terminan haciendo referencia a que ella debe hacer algo de su lado.

Dejé de investigar sobre anatomía femenina, porque esos tips nunca funcionan en mi caso.

Dejé de esforzarme por mejorar, cuando entendí que para mejorar la pasión hacen falta dos.

Dejé de espiar sus mentes en revistas y foros femeninos cuando me encontré con que yo cuadro en la mayoría de las características que la mayoría de ellas dicen buscar en un hombre, y que en mi caso pasan desapercibidas.

Dejé de proponer, cuando entendí que mis propuestas eran rechazadas la mayoría de las veces, y eran más molestas que deseadas.

Pero por sobre todas las cosas dejé de mirar el programa de Alessandra, por la rabia que me daba oir a mujeres preguntando cosas como "cómo puedo ayudar a mi marido a llegar al segundo?", mientras Juana, a mi lado en la cama, dormía a pata suelta.




martes, julio 04, 2006

Contexto

Juana y yo nunca tenemos de esas discusiones acaloradas y agresivas que muchas parejas reportan.

Tal vez eso sea un indicador positivo del grado de respeto que nos tenemos, o más posiblemente sea un indicador negativo del nivel de pasión en nuestra pareja.

En todo caso, lo que tenemos son "conversaciones catárticas ásperas" (CCA) o conversaciones ásperas a secas. Lo de catárticas corre por mi cuenta, ya que frecuentemente siento eso: después de evitarlas durante un tiempo, ya que me parecen no sólo improductivas sino peor, contraproducentes, mi estado de humor me termina delatando demasiado y terminamos teniéndolas. Y el resultado es, a mi modo de verlo, siempre similar: yo monologo un largo rato exponiendo mi punto de vista, mi vivencia y mis preocupaciones, para no recibir respuesta la mayoría de las veces, o respuestas tibias o evasivas en el mejor de los casos. Después de ese proceso, de llorar unilateralmente o a dúo, y abrazarnos, Juana se queda con la convicción de que "solucionamos" las cosas y yo me quedo pensando que hice un ejercicio de catarsis, desahogándome pero sin resolver - o empeorando - el problema de fondo, con lo cual al mediano plazo se gestará un nuevo ahogo que habrá de ser evacuado a su turno.

Y es que todo existe en un contexto, que es subjetivo, y que determina que un mismo evento signifique una cosa u otra.

En nuestra última CCA, que fue en dos entregas (comenzó a la mañana y terminó a la noche), en un momento intenté hacérselo entender.

- Si yo me tomo esta vaso de agua entero acá, así como estamos, sentados en el living, delante tuyo y no te ofrezco, vos qué pensarías?
- ...?
- Te afectaría mucho? sería un evento importante en tu vida?
- ...No...
- No, no es cierto? Si quisieras agua, te levantarías y te servirías uno o todos los que quisieras y no pasa nada más, no es cierto?
- Claro.
- Bueno, ahora supongamos que yo hago exactamente eso mismo, pero con vos en el medio del desierto y sin ver una gota de agua durante 5 días. Entonces sería un hijo de puta, no?
- ... Supongo que sí. Qué querés decir?
- Que nunca podés entender lo que yo siento.

El bottom line de esto viene a ser más o menos el siguiente:

Chicos, no insistan más con el tema sexo. Ninguna mujer de la gran mayoría (salvo honrosos casos como el de Amanda y tal vez 1000 ó 2000 otras mujeres diseminadas por el planeta) está capacitada para entender que no hacerlo te ponga de mal humor. Para ella, es incomprensible que te enojes por eso, porque para ella el sexo es abundante, trivial, accesorio, y es una de las menores prioridades en la vida. Lo único a lo que va a atinar es a etiquetarte de infantil e inmaduro.

Sin embargo, ninguna de estas mismas mujeres arquetípicas aceptaría con demasiada soltura que su pareja se sirviera otro vaso de agua aparte del que ella ofrece. Así que aquí queda evidenciado a las claras que el problema de fondo sigue, efectivamente, sin resolverse.

Había algo más importante para aclarar, pero eso quedó para el segundo turno.

- Pongámonos un poco en contexto. Cuando nos conocimos, cuando empezamos a vernos, qué pensaste que quería de vos?
- ... No sé.
- Y ahora, qué pensás que quería?
- ... No sé...
- Te quería coger!
- (expresión muda de sorpresa).
- Te quería coger, mirá qué descubrimiento. Yo soy un hombre, bonita, y vos una mujer hermosa, qué esperabas? Y además soy un hombre grande, ya pasé mis veintes, y no tengo miedos. Y además tenía tiempo y estaba soltero.
- (expresión entre triste y desilusionada)
- Quería una mujer para pasarla bien, y quería pasarme la vida con esa mujer.
- ...
- Y por qué pensás que te quería coger? porque no tenía otras opciones?
- No sé...
- Sí, tenía otras opciones.
- Imagino que sí.
- Y cuando te propuse y no quisiste, qué pasó?
- Nada...?
- Nada. Esperé, no es cierto?
- Sí.
- Y cuando finalmente lo hicimos, qué pasó?
- ...
- Te dejé de llamar?
- No...
- Más ganas tenía de llamarte. Y por qué pensás que te elegí? porque no tenía nada mejor?
- ... No...?
- Sí, porque lo mejor eras vos. Vos eras la mejor.

- ...M.
- Si yo hubiera querido una esposa organizada, un ama de casa detallista y que además era la madre, me habría quedado donde estaba, no te parece?
- No sé qué habrías hecho.

Muchas veces me pregunto por qué para tantas mujeres es tan difícil aceptar la química. Y aquí no estoy hablando de adolescentes temerosos, sino de adultos que ya tienen su camino y su experiencia a cuestas, que conocieron y estuvieron con gente, que no son ningunos principiantes y que vivieron su Número Mágico como es debido.

Pero luego me doy cuenta que incluso eso, tiene una explicación.



lunes, julio 03, 2006

El Número Mágico (de "Otras escalofriantes teorías", parte I)

Siempre les digo a mis amigos solteros o a punto de volver a estarlo que si tienen que buscar una mujer nueva, se consigan una que esté en su Número Mágico, así si no funciona al menos la habrán pasado bestial.

Después de desmenuzar y descuartizar a placer y destajo el Axioma de Leonardo, llegué a una conclusión pasmosa de tan simple, y me permití anexarle un corolario.

Las mujeres no buscan sexo, salvo cuando lo buscan.

No es realmente simple? Casi boludo, no? Pero lo más interesante, como siempre, está en las implicancias.

La novia y conviviente de Leonardo, Julieta, era un magnánimo exponente de anorexia sexual aguda. Sí, sí, con todo eso y todo aquello; ni siquiera hace falta abundar en detalles. Cada vez que Leonardo me hablaba de ella, o más precisamente de ellos, o sea de ella con él, más me hacía acordar de Pilar. Parecían cortadas del mismo molde con la misma tijera, y me hizo pensar que una mujer de Escorpio no es precisamente una buena elección para toda la vida (de hecho, desde aquella época me causa todavía más gracia cada vez que leo en uno de esos perfiles astrológicos que Escorpio es un signo de lo más apasionado... pero mejor no me desvío más del punto).

Sin embargo, Julieta, a pesar de su presente anoréxico, tenía un pasado que no parecía encajarle. Había tenido sus aventuras y sus osadías, como por ejemplo hacerlo en una pileta como ya conté.

Pilar también lo había hecho en situaciones poco habituales con su ex-novio, mi amigo Fernando, como ser en la escalera del edificio donde él vivía. Alguna que otra vez me había contado sobre los encuentros ocasionales que habían tenido posteriores a su separación, con mucha calentura y telo mediante, y ninguno de estos dos elementos, ni calentura ni telo, parecían encajar en lo que yo conocía de ella, que no era de ninguna manera poco.

Juana tuvo, segun su propio relato, sexo anal tres veces con dos personas a las que "quiso mucho" (léase, con uno de ellos dos veces), oral hasta el final en números que no me atreví a consultar, y también tuvo una aventura sexual / amorosa durante un viaje por un país europeo en el que abundaron las experiencias tanto en número, como en intensidad, como en variedad, incluyendo hacerlo en un importante parque de una importante capital, el cual solamente abre al público en horas del día y está cerrado por las noches. Todas estas situaciones, de nuevo, no parecen encajar en lo que a mí me toca vivir con ella, y están definitivamente fuera de las posibilidades de expresión en nuestra pareja.

Con estos elementos, es difícil creer que estas mismas mujeres no buscan sexo, por más obvio que parezca en el día a día de conocerlas. Si alguien no busca o no le interesa el sexo, no acepta la propuesta de hacerlo en una pileta, o en un parque a plena luz del día, o en una escalera de edificio donde hay riesgo de ser descubierto. No se va muy caliente a un telo siendo un lugar al que no le gusta ir. En este punto empieza a resultar evidente que estas mujeres no buscan sexo ahora, pero en algun momento lo buscaron, y tal vez en algun momento lo vuelvan a buscar, aunque eso por ahora no está demostrado.

Lo que sí queda demostrado, es que no lo buscan hasta que lo buscan. Y cuándo es que lo buscan, seguramente te estarás preguntando si sos hombre.

Mi observación de la gente que he conocido, parece indicar que existen dos grandes fases en la vida sexual de las mujeres:

- La adolescencia. Los Pros: curiosidad, interés, creatividad, deshinibición, disposición, impulso. Los Cons: represión, y defecto de independencia, de capacidad de elección y de decisión.

- La madurez. Los Pros: autoconocimiento, independencia, y capacidad de elección y decisión. Los Cons: aburrimiento, saciedad, rutina, falta de interés, de disposición y de impulso.

Pero lo interesante, es que, de nuevo, segun mi observación de un número aceptable de casos, parece haber un momento, una edad, en la vida de las mujeres, en donde estas dos fases se solapan durante un breve período. En esta fase intermedia, ellas gozan de todos los Pros y ningun Con. Tienen curiosidad, e independencia para experimentarla. Tienen disposición, y libertad para ejercerla. Tienen interés, y autoconocimiento para explotarlo. Tienen deshinibición e impulso para ponerla en práctica. Las experiencias que tengan en este momento, no las habrán tenido antes por no atreverse, y no las volverán a tener porque les parecerán tonterías o no tendrán interés. Esta edad, es el Número Mágico.

Supongo que varía de persona a persona, pero en mi experiencia personal el Número Mágico se mantiene constante con asombrosa precisión.

El Número Mágico es 25.

Y yo tuve a alguien que estaba en su Número Mágico una vez, pero entonces no sabía todo esto.


Lo que Ellas *no* buscan

Leonardo fue uno de los primeros pocos testigos de mis escarceos iniciales con Juana.

Leonardo también es, a la fecha, la única persona que sabe lo que pasó con Miriam, pero dejemos eso para otra ocasión.

En esa época, dos trabajos atrás pero mucho menos en tiempo de lo que parece ahora, trabajábamos juntos en una oficina de dimensiones similares a un baño. El hecho de que estuviéramos bastante apretados, además por supuesto de que habíamos formado un equipo unido y compacto él y yo, y nos habíamos hecho amigos, permitía compartir ciertos detalles de la intimidad de cada uno con el otro.

Al principio, me entretenía y me causaba un cierto placer malicioso llegar los dos a la oficina, yo con las piernas todavía temblando de tanto coger y él con la cara por el piso. Cuando le preguntaba cómo estaba, yo con mi sonrisa sin borrar de la cara hacía horas, su respuesta era casi invariablemente un "de pésimo humor". En esa época, yo sentía - y cuando miraba alrededor confirmaba - que estaba haciendo las cosas bien, que por fin todo andaba como tenía que andar, y que todo tenía sentido. Y solía pensar que Leonardo se había equivocado en sus elecciones y tarde o temprano tendría que arreglar esos errores. En cierta forma me compadecía de él y me alegraba por mí.

Pero Leonardo fue, también, testigo de la evolución de las cosas y de las primeras incomunicaciones entre Juana y yo.

La mañana siguiente a una noche particularmente confusa para mí, en la que Juana muy inesperadamente dio señales de máxima indiferencia, yo no estaba de "pésimo" humor, pero sí confundido y preocupado. El miedo había vuelto, y aunque no quería darle la oportunidad de instalarse con la única evidencia de un hecho aislado, se notaba. Entonces Leonardo me preguntó qué me pasaba, no le conté, me insistió y le conté.

Entonces, mirándome con cara de "yo entiendo de estas cosas" (de esa cosa ciertamente entendía), me dijo:

- Es que las mujeres no buscan sexo.

Honestamente me quedé muy sorprendido con esa respuesta. No porque no la hubiera concebido nunca - de hecho con Pilar lo había padecido en carne propia -, ni que nunca se me hubiera ocurrido generalizarla tan obscenamente. Lo que me asombraba era que me lo dijera un tipo cuya novia y pareja le había confesado, entre otras cosas y valga como ejemplo, que lo había hecho en una pileta. La misma mujer a la que ahora, efectivamente, el sexo no sólo la tenía sin el menor cuidado, sino que hasta le molestaba un poco, y a la que definitivamente le irritaba cuando él sacaba el tema.

O sea, el asombro no era por lo dicho, ni por quién me lo había dicho, el asombro era algo en segundo plano, con nosotros en el plano corto. Había algo mal con la foto, pero lo que estaba mal estaba en el fondo, difuso y oculto.

Lo cual me dejó pensando un buen tiempo, mirando la foto una y otra vez, y otra y otra, buscando el mensaje subliminal. Hasta que llegué a una teoría que explicaba muchas cosas. Y ya se sabe que en física, si una teoría explica la realidad, se asume real hasta que otra teoría la explique mejor.

Y fue así que descubrí el Número Mágico.


domingo, julio 02, 2006

Una Carta Nunca Entregada

Que año, mi amor. Cuántas cosas hicimos. Cuántos cambios transitamos juntos, y por separado, pero juntos. Cambiamos de trabajos, de clientes, de compañeros. Vos te mudaste, conmigo, y yo recibí una invitada permanente, y de lujo. Nos acomodamos, en unos cuantos sentidos, pero todavia hay ropa por el piso. Y ahora esperamos más cambios, y más noticias para nuestra aventurita, juntos. Como dijo alguien, lo unico constante es el cambio.

Qué año, que cerramos, y qué año que completamos juntos. No fue nada fácil, pero lo llevamos bien. Con amor, como se llevan bien las cosas. Con onda. Todos sabíamos que no iba a ser fácil, pero nos mandamos igual, de puro lanzados. De puro irresponsables. De puro enamorados. De puro corazón.

Sorteamos muchas dificultades, con mayor o menor facilidad. Otras, seguimos intentando, pero sabemos que podemos porque creemos. Otras, están como están. Hay cosas sin solución. Lo único que se puede intentar es acostumbrarse y llevarlas lo mejor posible.

En el cambio, tuvimos que hacer concesiones. Renunciar a algunas cosas, para ganar en otras. Renunciamos a nuestras libertades, para estar juntos. Renunciamos a nuestros espacios, para compartir un espacio que fuera de los dos. Es lógico. Cuando se ama, el egoísmo se complica.

Pero hay razones del corazón que no tienen lógica. Y es en esas razones donde el egoísmo paga mejor que la entrega.

Será mi tendencia a lo racional, a mi afición a querer explicar y cerrar todo de una manera clara. Será el fin de año, que te obliga a hacer un balance, aunque más no sea porque todo el mundo lo hace.

Mi balance, por muchos motivos, es agridulce. Fue un año intenso, seguramente sino el más intenso, uno de los más intensos de mi vida. Fue dulce, porque me enamoré locamente, completamente, y el amor me fue respondido y correspondido. Porque pude continuar esa historia hermosa, y ser parte de un proyecto de a dos, con la mujer que amo como no amé nunca. Grandes cosas. Todas cosas que me llenaron de ilusión, de expectativas, de sueños, de ganas de vivir, de ver el mañana, de comerme la vida a grandes bocanadas.

Sin embargo, muchas cosas cambiaron y algunas de las concesiones no fueron tan gratas. Donde tenía ilusiones, ahora tengo miedo al futuro. Donde tenía expectativas, ahora tengo frustración. Donde tenía entusiasmo, ahora tengo temor, inseguridad y tristeza. Donde tenía fantasías, ahora tengo preocupación. Donde tenía diversión, ahora tengo rutina. Donde tenía muchos sí, ahora tengo muchos no. Donde tenía todo por ganar y descubrir, ahora tengo todo por perder, renunciar, reprimir y resignar.

Todo esto, como no puede ser de otra forma si me mantengo fiel a mi naturaleza curiosa y analítica, me llena de preguntas. La primera, la urgente, es cómo hago para detener semejante pérdida. Y para eso necesito entender el proceso que provoca la pérdida.

Cuando te digo que quiero ser tu hombre, realmente lo siento. Quiero serlo en cada aspecto que esperás de un hombre, del que te acompañe toda la vida. No quiero que renuncies a nada, que te prives de nada, que te resignes a nada. Quiero que tengas el hombre que te llena, que te cuida, que te apoya, que te escucha, que te alegra, que te apasiona, que te enamora, que te seduce cada día. Y yo quiero ser ese hombre. No me interesan los accesorios, los trámites, las cosas de rutina. Eso forma parte del decorado, pero lo importante es lo otro. Nadie se enamora de alguien que paga las cuentas. Pero sí puede, enamorarse de alguien que “además” paga las cuentas. No me importa si el resto de los habitantes del planeta construye sus relaciones sobre lo rutinario, sobre lo logístico, sobre lo instrumental, sobre lo material. Yo no quiero eso, no es mi estilo, no me refleja ni como persona ni como hombre.

Cuando te digo que quiero que seas mía, también lo siento de verdad. Porque tampoco me quiero resignar, ni conformar, ni privar. Quiero compartir la vida con una mujer que me acompañe y a quien acompañar. No quiero censurar, ni que me censuren. No quiero prohibir, ni que me prohiban. No quiero desaprobar, ni que me desaprueben. No quiero defraudar, ni que me defrauden. Quiero cuidar, respetar, defender, alegrar y saciar, y que me cuiden, me respeten, me defiendan, me alegren y me sacien. Quiero amar, y que me amen. Quiero compartir, y que compartan conmigo. Quiero crecer gracias al otro, y ayudarlo a crecer. Quiero entregarme y recibir, a cambio, entrega.

Y aquí es donde empieza mi gran preocupación, porque siento que no sos mía, y peor, que no lo vas a ser nunca, y todavía peor, que pudiste serlo, que estuviste cerca, y que de alguna manera me perdí, o dejé pasar, la oportunidad. Que tu entrega no la tengo, y no la voy a tener jamás, como vos sabés entregarte, y como te entregaste a otras personas antes.

Y vos me podés decir que yo no debería comparar, y tal vez no debería. Yo no intento compararme, sino conocerte a vos. Para mi desgracia, sé más de lo que debería saber, pero menos de lo que me sirve. Me decís que las personas son distintas, que las relaciones con personas distintas son distintas, que no tenés obligación de repetir cosas que hiciste antes solamente porque las hiciste antes, y que tampoco tenés obligación de darme a mí cosas solamente porque alguna vez se las diste a alguien más. Toda esta frase me asusta, me asusta mucho, por más cierta o acertada que pueda ser, porque yo sí la oí, calcada, exacta casi palabra por palabra, antes en mi vida, en una relación distinta con una persona distinta, y sé que terminó, y cómo terminó, con mucha tristeza para todos.

También me decís que sentís que estás pagando platos rotos de cosas que pasaron antes en mi vida, y mi sensación no es distinta a eso. Creo que si sentiste que te usaron y te abandonaron, o te defraudaron, vos estás tomando recaudos conmigo para que no te pase de nuevo. Pero justamente, yo soy distinto, y no te quiero ni abandonar, ni defraudar, e intento demostrártelo cada día.

Vos decís que me amás, eso es cierto. Me lo decís siempre, y lo demostrás, pero entre las demostraciones de cariño y de amor hay una línea muy tenue, que es muy difícil distinguir. Yo creo que el amor se ve en la entrega, y yo, de nuevo, siento que tu entrega no la tengo. Y fuera de la frase, corta, rápida y fácil, hay señales de que pasa otra cosa.

Siento que hay lugares tuyos que son ciertos, que existen, que no son para mí. Tu lujuria, tu fantasía, tu imaginación, tu locura, no las tengo, pero están ahí. Estuvieron ahí, listas para otras personas a las que “quisiste mucho” pero de las que no estabas enamorada. Para mí, que quiero acompañarte todos los dias, toda la vida, a quien según vos amás, no están. No me las gané, no las merezco, no te las inspiro, no te las provoco, no sé, pero no son para mí. Para mí es tu otra parte, tu parte seria, responsable, que hace planes de vida. Para mí es tu parte pensante y racional, pero tu espontaneidad no. Para mí es tu parte paciente, pero tu desesperación no. Para mí es tu parte medida y cautelosa, pero tu audacia no. Para mí es tu parte organizada, pero tu pasión no. Para mí es tu madurez, pero tu curiosidad no.

Conmigo, siempre podés esperar a llegar a casa, porque vamos a tener tiempo.

Conmigo, podés distraerte cuando estamos juntos, porque hay tiempo.

Conmigo, podés estar cansada cuando tenemos tiempo para estar juntos, porque tiempo es lo que nos sobra.

Conmigo, no necesitás disfrutar y aprovechar el momento, ni arriesgarte a nada inusual, porque vamos a tener muchas oportunidades, más adelante.

Te ibas a sacar la bombacha, debajo de la pollera, pero no lo hiciste.

Te ibas a poner el conjunto con portaligas, pero no lo hiciste.

Lo ibas a hacer en el bosque, y en la escalera, pero no lo hiciste.

Te ibas a poner un vestido, sin corpiño debajo, pero no lo hiciste.

Ibas a usar las estrellitas, que ya cumplen dos meses, pero no lo hiciste.

A mí no me interesa vivir en el futuro, ni esperando cosas que no llegan. Yo te tengo hoy. Te quiero hoy. No necesito esperar a mañana, o al año que viene, o al verano próximo. Si tengo la oportunidad hoy, no quiero esperar a ver si la oportunidad vuelve o no, la quiero aprovechar. Quiero vivir al máximo. Me hace mal pensar que estoy esperando en vano, que estoy perdiendo tiempo, oportunidades.

Conmigo, querés terminar rápido. Conmigo, no querés nunca repetir. Conmigo, no te salís de lo seguro, de lo conocido, del libreto. Conmigo, no regalás nada. Conmigo, no te animás a nada. Conmigo, no aceptás propuestas, te ofendés y ponés caras feas, de fastidio. Realmente me causa muchísima curiosidad, quisiera saber si es la misma cara que pusiste cuando te pidieron la cola. Y cuando la misma persona te la volvió a pedir? No era insistente? No le pediste ni tiempo, ni paciencia, ni lo dejaste para más adelante. No le reprochaste que estaba siempre pensando en eso. No le preguntaste qué más iba a querer después. No lo hiciste sentir mal, ni egoísta porque no pensaba en si a vos te gustaba o no. Si, ya sé que era una persona distinta. Dos personas distintas. De las que no estabas enamorada.

Cuando te propusieron el parque, no les pediste tiempo, no pensaste que era fuera de lugar, inapropiado, zarpado, o sí? No lo postergaste un par de horas, hasta llegar a casa. No te preocupó que fuera un lugar público, y que fuera a la luz del día. Porque esa parte la sé. Cuánta insistencia les costó? Cómo fue? Estabas tensa, nerviosa, distraída, accediste de mala gana, como a veces conmigo?. En ese parque, no había hormigas, mosquitos, abejas?. No podía venir alguien?. Si, ya sé que era una persona distinta, de la que no estabas enamorada.

Cuando los dejaste acabarte en la boca, y tragaste, les pusiste cara de asco? Te enojaste? Si, ya sé que era una, o más, personas distintas. Vos sabías que en el podrido imaginario masculino, tragarse el semen es la máxima demostración de amor y entrega que una mujer le puede dar a un hombre? Fue pensando en eso que lo hiciste o no lo sabías?

Cuando te echaron helado en la piel, protestaste porque estaba frío? Era helado, debe haber estado frío. O disfrutaste el momento y te dejaste llevar? Te preocupaste de si caía en la sábana, o en la alfombra?. Sí, ya sé, era una persona distinta, y no estabas enamorada, pero en otro momento me dijiste que sí estabas. Cuál es cierta? La de ahora o la de antes? Antes pensabas que habías estado enamorada, pero ahora que me conociste te diste cuenta de qué es realmente estar enamorada?

Los recuerdos que tenés ahora, con personas de tu pasado, los tendrías conmigo si lo nuestro se terminara?

El cariño que tenés ahora, por personas de tu pasado, lo tendrías hacia mí si lo nuestro se terminara?

Lo que te aportaron, lo que te enseñaron, personas de tu pasado, hay algo comparable que yo te haya aportado o enseñado?

Alguna de estas personas, de tu pasado, te acompañó, te esperó, te apoyó, te ayudó, te tuvo paciencia, te comprendió, pasó tiempo con vos, compartió de su vida más que yo?

No me entiendas mal, yo no te juzgo por tu pasado. A mí me encanta que tengas un pasado, y que sepas hacer todo eso. Me encanta que lo hayas hecho y lo hayas disfrutado. Me halaga que me hayas elegido por encima de todo tu pasado, intenso y numeroso. Cuanto más intenso y más numeroso, más me halaga. Cuanto más enamorada hayas estado, más me halaga. Yo estuve enamorado, y sé que te elijo porque de vos estoy más enamorado de lo que nunca en la vida estuve.

Mi problema, es que yo te elegí, en gran parte, por tu liberalidad. Por tu intensidad. Por tu “espíritu sexual activo”, como me dijiste una vez. Y todo eso, no lo tengo. Qué pasó con “preparate”? Qué pasó con “yo te voy a ayudar con eso”?. Qué pasó con “conmigo podés degenerarte todo lo que quieras”? Qué pasó con “el sexo es el 60% de la pareja”? Ahora, me decís que “coger bien no aporta casi nada a tu autoestima” y que “tenés mucho en la cabeza para vivir pensando en coger”. Cuántas Juanas hay? Dónde está la que yo conocí?

Yo sé que hay cosas que no se piden. No hay por qués o para qués para todo en la vida. Hay cosas que se hacen si se sienten, si nacen, si te salen, si te las causan, sin buscar un para qué, y yo siento que no te causo casi nada.

A medida que pasa el tiempo, conmigo tenés cada vez más restricciones, más pudor. Cada vez hay menos lugares donde te puedo tocar. Cada vez hay menos sitios donde te puedo provocar. Cada vez es más difícil que te pongas en el momento y no me evadas. Cada vez hay menos cosas que me dejás hacerte. Cada vez me hacés menos cosas. Cada vez sos más pensada, planeada, y menos espontánea. Cada vez te calentás menos, y por más que digas lo que digas, tu cuerpo no miente. Cada vez me esquivás más los besos, las caricias, y te resguardás de que te toque. Cada vez te molesta más que te busque. Cada vez estamos más en lo mismo, y cada vez se cierra más el corral. Nuestro abanico de posibilidades no se amplía, se contrae. Nuestra intimidad, se acota. Nuestra confianza, se contamina de culpa, miedo y resentimiento. Nuestra complicidad, desaparece. Y mientras pasa todo esto, vos apuntás que el que no se relaja soy yo.

Siento que todo lo que hago es para preservar un espacio con vos, y apenas, no para que ese espacio crezca. Me siento agotado, y como hombre me siento insuficiente, mediocre, ordinario. Tengo miedo de estar decepcionandote, o de decepcionarte en el corto plazo. Y creo que no debería ser así. Creo que todo debería ser natural, y que los dos deberíamos poder ser nosotros mismos, y me veo sosteniendo una imagen mía que no es, que se cae a pedazos. Me siento culpable y no creo que debiera, me siento egoísta y no creo que debiera, y me siento responsable y no creo que debiera.

Creo que gano cosas, sí, pero también creo que pierdo otras tanto o más importantes para mí.

Gano una esposa, cariñosa, ordenada y dedicada, pero pierdo una amante intensa, juguetona y osada.

Gano una madre para mis hijos, responsable, cuidadosa y sensata, pero pierdo una compañera de juegos, traviesa y aventurera.

Gano una amiga, confidente, presente, cálida y con criterio, pero pierdo una mujer completa, hermosa y sensual.

Y todo esto, teniéndolo ahí, al alcance de la mano, y siento que lo pierdo, que lo dejé pasar, que se me escapa y puedo hacer poco o nada por evitarlo.

Y siento, que creí haber encontrado la persona indicada para vivir momentos que me faltan en la vida, para expresar mis sentimientos en una forma nueva y libre, para hacer cosas que quería hacer antes de morirme, con la que construir una historia maravillosa hasta el final de mis días, para sentirme un hombre y varón completo, y que ahora sé que esas cosas nunca van a llegar y nunca van a pasar. Y que no es una cuestión de tiempo, sino que el tiempo juega en contra.

Esta carta no es sobre sexo, mi amor. Tu sexo, lo tengo, y me fascina, me apasiona, me descontrola. Nunca tuve tanto como con vos, ni sumando a todas mis mujeres juntas. Es sobre nosotros, como pareja. Es sobre intimidad, complicidad. Sobre vos y yo y nuestros recuerdos para el futuro, cuando estemos acostando a Eva en un lugar que sea nuestro pequeño mundo, y nos miremos a los ojos sintiendo y sabiendo cuánto hicimos juntos, de lo grande y de lo chiquito. Cuánto nos conocemos el uno al otro. Es sobre crecer juntos, y envejecer juntos, habiendo vivido una vida plena, llena, completa, divertida y emocionante gracias a estar juntos, gracias al otro. Es sobre ser aceptados y amados hasta que la muerte nos separe, frase cursi si las hay. Es sobre ser nosotros mismos sin restricciones, sin prejuicios, sin inhibiciones, sin frustraciones, sin miedos, sin reservas, de frente, auténticos, seguros y desnudos, y estar cómodos y felices así, como creo que debería ser.




Yo te amo con todo el corazón, con toda el alma y con todo el cuerpo. Espero que lo puedas entender, en toda la dimensión de la frase, porque no sé expresarla de otra forma.





Krestian

Diciembre de 2005