martes, agosto 01, 2006

El Síndrome Bond

Ya dije que los hombres somos como Tiburones. Y también que ya no somos los depredadores sino los carroñeros en un mundo que nos ha dejado afuera. Pero algunos hombres somos más como vampiros.

Yo me nutro de cierta energía vital en mi pareja. Me gusta disponer de atributos que no son míos por naturaleza, me maravillan, me deleito en ellos. Y no hablo de tetas u otros afines, que también disfruto, sino de cosas como la simpleza, la sensibilidad, la intuición. Me apasiona ese mundo femenino que no puedo tener sino a través de otro que me lo entregue. Pero la entrega, igual que la amistad, no se puede forzar. Tiene que ser un impulso interno, auténtico, con ganas. Tiene que surgir.

Yo necesito sentir en el otro no solamente afecto, sino también admiración. Complicidad. Deseo. Una cierta devoción. Soy exigente. Creo que me lo merezco, creo que todos deberían merecerlo y para eso es que hay tanta gente en el mundo. Para que todos tengan su oportunidad en algun lugar.

Algunas preferirán al todopoderoso Superman, aunque seguramente no lo admitan. Algunas tal vez a Batman, idealistas y conflictuados, algunas los preferirán rápidos, como Flash, o brutos como la Mole. O puro fuego, como la Antorcha.

Yo intento encarnar a Bond, James Bond. Me parece que representa el modelo de hombre de mundo, sofisticado y al mismo tiempo práctico. Tan astuto como temerario. El tipo capaz de despachar a 12 enemigos con 12 balas en el arma mientras baja en paracaídas, y que llega al suelo sin despeinarse y sin arrugar el smoking, justo a tiempo para su cita. Un tipo que nunca va al baño, que nunca se come un combo de McD. Un tipo común, de carne y hueso, que no vuela ni para un tren con el jopo, pero de recursos ilimitados.

Pero como dice la ley de Murphy, no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Y en cuanto uno se deja conocer un poco más de lo debido, la fascinación se evapora más rápido que el pedo que Bond jamás se tiraría. Tal vez por eso, muchos se retiran siempre como los jugadores de futbol, en su mejor momento, para dejar un buen recuerdo, justo antes de que la fantasía se agote.

Hay amores Armani. Hay amores Zara, y hay amores - muy elitistas y fríos - Christian Dior. Nuestro amor es un amor de entrecasa, de supermercado. Usable, pero nada del otro mundo. Económico, y que sirve a su propósito con más o menos dignidad, pero que no es para ostentar. Casi, casi, descartable. Algo reemplazable, por algo similar, y que no se extrañará demasiado. Es un amor de cabotaje, Buenos Aires - Mar del Plata, aunque ella tuvo sus amores Buenos Aires - Madrid. Mi amor es como un Buenos Aires - Auckland transpolar sin escalas, pero para volar en pareja hacen falta dos boletos.

Y cuando al otro - que siempre dijo querer conocer Australia - no le da para volar con vos, no importa cuántos boletos tengas para ofrecer. No da, y no hay poder en el mundo que pueda hacer algo al respecto. No era ningun boludo el genio, que podía hacer de todo menos que otro se enamorara. El oro y las joyas eran lo de menos, pero eso era too much, incluso para un poder sobrenatural.

Sí, estoy llorando. Y soy macho, y aunque no mucho, sería justo decir que suficiente.

Y me la banco, y qué.

4 comentarios:

Unknown dijo...

Buenisimo el Blog! Sos como la contrapartida masculina de Malizia. Y leyendo su blog y el tuyo, otra vez compruebo, que lo unico que nos diferencia ahombres de mujeres es "The Angry Inch".

Besos pijos

Gontxu

Anónimo dijo...

Hola Gontxu!
Gracias gracias... me alegro que te haya gustado. Por lo otro... ufff no... ojala algun día llegue a ostentar semejante honor...
Y bueno estimado, finalmente una de las 1000 diferencias está en la testosterona... aparte de que algun que otro afortunado podrá alardear de que lo diferencian "eight angry inches".
Gracias por tu visita!

Anónimo dijo...

HOLA ! Me encanto leerte y eso de la devocion esta buenisimo,yo tambien creo que todos nos merecemos lo mejor de lo mejor y que en algun lugar del planeta lo podremos hallar! TE MANDO BESIISSSS DE MISIONES

Anónimo dijo...

Gracias por tu visita Sylvi, y ojala tengamos razon los dos!