lunes, agosto 07, 2006

Casos de estudio

La Naturaleza nos ha provisto a todas las criaturas vivientes de dos directivas principales, de las que emergen una miríada de otras, con el fin de perpetuarse y mejorarse (evolucionar) a sí misma. Estas son el Instinto de Supervivencia y el Instinto de Preservación de la Especie.

Con el fin de apoyar la correcta implementación del Instinto de Supervivencia, la misma sabia Naturaleza nos ha dotado a los seres vivos móviles (léase animales) de otro atributo muy importante: la Capacidad de aprendizaje.

En la supervivencia, hay dos maneras básicas de obtener aprendizaje:

- por la propia experiencia, y

- por la experiencia ajena.

La experiencia ajena es, más veces que no, de vital importancia. Para el antílope al que se acaba de devorar un león, no le resulta muy útil haber descubierto para la próxima vez lo que le va a pasar si no corre. Es mucho mejor negocio observar que se coman a otro, y desde la experiencia ajena extrapolar las consecuencias de no huir exitosamente del león. Una ventaja extra es que con una sola fatalidad se puede enseñar a un auditorio que la multiplique en número por mucho.

Para aprender por la experiencia ajena hay que estar atento, alerta, con la mente abierta y permitirse la sensibilidad de saber cuáles de nuestros pares representan casos de observación válidos, teniendo en cuenta que su contexto sea comparable al propio. El antílope, por ejemplo, no debería observar a las aves, porque eso le crearía una idea sobre la estrategia de escape inadecuada y con resultados seguramente desastrosos. Debería observar a otros antílopes.

En casi todas mis relaciones se me ha criticado de comparar demasiado. Compararme con otros, y comparar el estado de mi relación con las relaciones de otros. Y es que yo trato de capitalizar al máximo la experiencia ajena para lograr, por supuesto, mis propios fines, que no son otros que la felicidad, a mi manera de entenderla. Con lo cual gano en tiempo, en esfuerzo, y en ahorrarme desilusiones evitando los caminos equivocados que detecto en las historias de mis pares.

Y si bien es cierto que cada persona es un mundo y cada pareja un universo aparte, también es cierto que hay muchos lugares que son generales. Los hombres somos hombres y las mujeres mujeres, por una cantidad de elementos generales que nos diferencian. Las personas no cambian totalmente de identidad de una relación a otra. Hay un colchón de generalidades, y encima de eso hay características particulares de cada persona, de cada circunstancia, de la forma en la que cada pareja es capaz de relacionarse.

No creo que nadie debiera sentirse ofendido por ser incluido en alguna que otra generalidad. A todos nos ha pasado en más de una ocasión caer en una bolsa de la que uno no se siente exponente. Basta con alzar la mano y salvar las diferencias particulares del caso. Finalmente, hay que entender que la gente necesita tener sus categorías para poder llevar su cabeza en orden.

Todo lo cual me lleva directo a mi primer caso de estudio.

2 comentarios:

Carmen dijo...

Yo creo que con lo relativo a las categorías, que lo bueno es pasar por todas ellas: esta bien ser una chica mala en plena adolescencia, tener un novio para "un ratito", luego asegurarse un futuro, casarse y tener hijos y acabar con un amanteo varios vaya... jajaja.
Aunque este aprendizaje lástima que lo hayamos adquirido con el tiempo, a través de la experiencia entonces a lo mejor ya sea demasiado tarde.
Besos

Anónimo dijo...

Hola Carmen... comparto tu opinión... aunque lo que a mi me sigue resultando doloroso es no poder ocupar ciertos lugares en la vida del otro porque son fases "pasadas"... creo que hay mucho preconcepto en ese tipo de argumentos.
Gracias por visitar de nuevo! Besos