lunes, enero 22, 2007

Lomo al Marsala, parte 4 (de 4)

Me empecé a hacer muchas preguntas. Una de las respuestas a las que llegué fue que tal vez la rutina nos estaba afectando. Entonces te propuse salir, una tarde, a tomar sol, y sobre la marcha cambié el plan por un fin de semana entero solos y lejos de casa. Viva la espontaneidad. Esa misma tarde, te había llamado una amiga para contarte que había estado con un viejo amor, cenando pavo al champagne en un restaurante, que habían repetido hasta que las velas se consumieron, y habías recibido la noticia con cara risueña, como quien celebra que su amigo lo pase realmente bien. Me pregunté cuán bien lo estabas pasando vos, y la noche no hizo más que confirmarme lo peor. Esa noche tuviste sueño, el viaje te había cansado, y no quisiste cenar.

Entonces te pregunté qué te estaba pasando, por qué ya no salíamos y ya no disfrutábamos como antes. Me diste respuestas vagas, que merodeaban aspectos como que conmigo disfrutabas “distinto” y que te causaba presión que estuviera siempre pensando en cocinar y comer. Que vos no necesitabas comer ni tanto ni tan seguido como yo, contradiciendo todo lo que me habías dicho y demostrado tiempo atrás. Y que disfrutabas mucho más mi milanesa que el lomo marsala del chef. Ciertamente dudoso, e interrogada sobre lo cual, y ya fastidiada, me respondiste que ya íbamos a tener tiempo de hacer el lomo (como si no hubiéramos tenido tiempo ya), y me reprochaste haber planeado el fin de semana “solamente” para comer lomo marsala.

El chef acaso estaba pensando en un futuro juntos cuando te hizo el lomo marsala? O él recibió un sermón similar? Al menos él comió lomo marsala, al menos una vez en la vida, y lo hizo con vos. Y ahora digo, la puta que lo parió al chef, todos esos platos que preparó, los preparó para él mismo, y solamente te convidó migajas, y te dejó con las ganas, y eso es justamente lo que te atrajo tanto. Muy profesional lo del chef, mucha mano y mucha astucia pero cero amor. Y con mi poca mano, pero todo mi amor, no puedo llegarte ni cerca de donde él te llegó.

Realmente, el chef sí que es un ganador. Un player. Me gustaría sentarme con él para invitarlo unas cervezas y que me cuente cómo se hace lo que te hizo a vos. Pero claro, ni toda esta técnica me serviría ya con vos, primero porque todas esas creaciones ya tienen nombre y apellido, y segundo, porque ya te formaste un concepto de mí que sería muy difícil revertir.

Otro día me dijiste que yo quiero un banquete todos los días. Y tal vez es cierto, y tal vez estoy siempre pensando en un banquete porque no lo tengo nunca. Y también dijiste que ninguna otra pareja que conozcas come tanto como nosotros, como si nuestra felicidad y nuestro apetito fuera algo que necesitara ser ajustado al estándar. Y hace poco, te hice una broma tonta con respecto a que algun día me prepararas buñuelos, y te ofendiste mucho.

Ya no puedo ofrecer nada fuera de la carta de rigor y rutina, milanesa con puré. A veces, solamente a veces, aceptás una pechuga de pollo con limón o alguna variante menor, y me quedo sospechando que lo hacés solamente para darme el gusto de comer algo ligeramente distinto, pero que vos no lo disfrutás y estás pensando que la milanesa era más cómoda y más rápida de comer para ir a dormir temprano. A veces, tu gesto en el tono de “bueno, dale” me lo confirma. Creo que me puedo ir despidiendo de todos esos platos, y por sobre todos, del helado, que lleva tanto tiempo en el freezer como el lomo.

Hace unos días me dijiste, hoy quiero tener una noche especial. Qué comimos? Milanesa con ensalada. Sin repetir.

Cuando te pregunté por qué ya no íbamos a restaurantes, me dijiste que te sentías incómoda, que la gente fuma y queda el olor, que no se puede saber quién usó la silla antes, que preferís tu mesa en tu casa, y una larga lista de pueriles etcéteras. Pero lejos de desmerecer tu criterio con fastidio, lejos de ponerme a pensar en cuántos restaurantes de tercera y hasta de cuarta habrías visitado antes sin tanto recelo, tomé nota de todo.

Entonces, hice reservas para el restaurante más exclusivo de la ciudad. Tan exclusivo que cuesta 5 veces más que cualquier otro. Tan exclusivo que tiene una mesa, tan exclusiva y solitaria, que está rodeada por un bosque, que está rodeado por un río.

Me dije, esta es la noche del lomo marsala.

Durante la cena, se cortó la luz, y el personal del restaurante nos trajo una vela. Qué oportunidad para estar juntos. Una cena, en el bosque, a la luz de las velas, bajo las estrellas. Una alineación planetaria inigualable para el romance. Lo teníamos todo. Y entonces... que había mosquitos. Que si venía una culebra. Que si había murciélagos, que si venía un sapo, que si... y abandonaste la mesa.

Si no fuera que necesito comer para vivir, realmente estaría pensando en abandonar la comida y la cocina entera para siempre. Quisiera que alguien me diga, claramente, que soy un pésimo cocinero, entonces podría aceptarlo, colgar los guantes y dedicarme al tostado de jamón y queso. Pero eso no ocurre, y entonces me quedo preguntándome si es realmente así y nadie me lo dice para no herirme.

Anoche tuvimos otro corte de luz, y te dije, no hay luz, no hay microondas y no hay tele, hacemos un lomito? Chiquitito. Apenitas. Me pusiste cara triste. Te dolía la panza, y ya habías decidido ir a la cama sin comer. Entonces, me abrí una latita de atún y comí solo. Qué rico el atún, qué fiel. Siempre listo para que uno lo coma. Siempre a mano. Y qué práctico. No hay que trabajar antes, y no hay nada que lavar después. Uno tira la latita y listo. Y qué triste y qué patético comer solo, a escondidas. Porque no hay nada más estúpido que cocinar para uno mismo.

El punto es que todo el mundo alguna vez probó el condenado lomo marsala, o alguna de sus variantes, al menos una vez en la vida, todos salvo yo. Y se me está convirtiendo en una obsesión algo que no tiene justificación, que es por qué se me niega sistemáticamente algo tan simple y trivial. Y me estoy sintiendo idiota, miserable y pobre mendigando algo que no lastima ni mata a nadie, y que no tiene por qué ser semejante tabú.

El tercer lomo ya lleva cuatro (sí, cuatro) meses en el freezer, y ya es hora de tirarlo y darse cuenta de que no vale la pena comprar otro.

Y yo ya sé que siempre puedo mentir y escaparme a probar el lomo marsala, solo. Pero sin vos no tiene sentido, porque yo sí te amo.

Así que ahora sé, que no sé por qué, pero jamás lo voy a probar.





Krestian, noviembre y diciembre de 2005

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Al menos comías milanesa, yo nunca pude escapar del arroz y un té verde de postre. Así que me vengué este verano y me fuí a Brasil a empacharme de camarones. Sí, con ojitos y todos, pescados en el día. Y helado de postre....y un cigarrillo de sobremesa!



Te habrás dado cuenta que es un comment totalmente irónico, no?
Pero ante tanta trsiteza en tu relato, y tanta tristeza en la vida no me queda más que reírme de estas cosas. No de vos, ni de mí. Pero si no reímos, que nos queda?
Un beso grande.

Anónimo dijo...

ay... krestian... yo sinceramente creo que estos amores así, semi correspondidos no valen la pena...
anoche soñé que yo cortaba con mi ex- (y no al reves como pasó) y se sentía tan bien... si yo no hubiera sido tan dependiente lo hubiera hecho seguramente, y no habría estado casi 4 años con él.
No se... cuando la otra persona no comparte cosas con vos, planes, sueños, gustos... yo creo que la cosa está destinada a no ir a ningún lado, si va es por capricho, pero termina dañando a los involucrados, en especial al que está enamorado.

Anónimo dijo...

Ele: durísimo lo tuyo. Hagamos un club. (Otro). Pero bueno, apoyo tu iniciativa brasileña. No por nada dicen los viejos que el que de chico no la trotea, de grande la galopea... (o nunca es tarde cuando la dicha es buena).
Tenés razón con respecto a tomarlo con humor. Y con algo de aceptación, también. Hay muchísima gente ahí afuera que quisiera estar en mi lugar, aunque a mí cabeza de tortuga le cueste creerlo. Pero a veces, a veces, abro un poco el otro ojito (el que no se ve) y los veo.
Así que... a reírnos juntos! y qué mejor que un trago para ayudar un poco a la risa!
Besos para vos.

Gaby, si, eso mismo creo yo, o creía, o creo a veces (tengo una crisis existencial :)). Lo que quiero decir es que lentamente empiezo a pensar que a veces nos hacemos la vida difícil concentrándonos en detalles. OK, se supone que ciertos detalles, al destino, no le costaría nada ponérnoslos al alcance de la mano, pero si no lo hace, no le da la gana, etc., hay que acostumbrarse a la idea de seguir adelante...
Tal vez un poco derrotista mi visión, pero estoy llegando a un punto de agotamiento en lo de por qué no me toca, por qué no me toca, por qué no me toca. Me empiezo a sentir como un tipo que se deprime porque no le toca el Loto, cuando sería más constructivo pensar que no le puede tocar el Loto a todo el mundo, y seguir adelante con lo que sea que esté haciendo.
En fin, el tiempo dirá, como siempre lo hace.
Mucha suerte para vos, y besos, y este tiene que ser un gran año.