Casi te puedo oír, tocando a mi puerta, con la mente aturdida, la cabeza gacha de la confusión y la humillación, y el cuerpo lleno de preguntas, como hice yo tantas veces con tantas personas.
Entonces te invitaré una cerveza, y te daré la bienvenida al Club de Juana. Y hablaremos. Con la verdad y sin malos sentimientos, sin dobles intenciones. Como hombres, y como caballeros, curtidos en la misma forja.
Aunque ojalá tengas la claridad, el temple, la solidez, el equilibrio, el amor propio y el egoísmo que yo no tuve, y para siempre te dure para siempre; porque más amor, dedicación, esfuerzo, paciencia, ganas e ilusión de los que tuve yo, dudo, y mucho, que alguien más sea capaz de tenerlos.
Mientras tanto, cuidado con lo que creas, y cuidado con lo que crees.
Con mi respeto, y mis mejores deseos, te saluda atentamente,
K.